jueves, 18 de diciembre de 2008

La maquinita

Empecé como quien no quiere la cosa, casi por sacarme algún dinero mientras estudiaba y para las vacas flacas de mi vida de freelance. Mis funciones estaban tan indefinidas entonces como amplias son ahora, y pasé de diseñar el sitio Web de la empresa a meterme en un viaje a Bruselas para que me formasen en algo de lo que no tenía ni idea. Ni demasiado interés, la verdad. Han pasado ahora cuatro años de aquello, y solo me he dado cuenta de dónde estoy, de quién soy y de qué puedo hacer hace menos de uno.

Estuve a punto de irme a otro trabajo en el que me pagaban más y con el que tenía mejor sintonía. Eso pensé en su momento. Ahora, con mi primer éxito que sea realmente mío y sólo mío a mis espaldas, sé que hice bien cuando decidí quedarme. No había hecho ni de lejos todo lo que estaba en mi mano, y siendo prácticamente mi propia empresa, hubiera sido una estupidez dejarlo.

Os confirmo que es cierto lo que dicen, que un negocio propio es bastante sacrificado, que te llevas el trabajo enlatado entre las sienes a casa, que eres el último en la cadena de pasamarrones, que se gana menos dinero, sobre todo al principio, que por cuenta ajena en otra empresa.

Pero... a cambio puedo fumar, escribir en mi blog, encender el eMule, chatear un poco para desconectar, quedar para comer con alguien por aquí cerca y sentirme el puto rey del mundo porque he ganado, por fin, a una empresa de trajeados arrogantes que hace un año y medio ni sabrían quién era. Van dos de dos, y en su propio campo.

Por fin sé quien soy, éste ha sido mi año y éste es mi sitio. Se aceptan CV, se ofrece risa, café de verdad y ser parte importante de una máquina que crece sin estropearse porque tiene pocas pero buenas piezas. ;-)

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Un regalo en un coche

- ¿No tienes otro disco? -preguntó ella revolviéndose en su asiento cuando la última canción había terminado.
- No, ¿y si nos quedamos en silencio un rato? Quiero decir sin radio ni CD.
- Nos quedan todavía casi dos horas de viaje... - La chica se estiró y le observó, mientras él conducía con la mirada fija en la autopista y esbozaba una sonrisa contra su queja.

A ella le parecía que él estaba casi en trance, sin duda por la sucesión de asfalto y líneas discontinuas proyectándose sobre un suelo infinito, y recortado éste contra un cielo. El cristal del coche era la pantalla y el mundo en movimiento su videoclip caleidoscópico.

- A los que nos gusta conducir -comenzó a decir él-, hasta nos gusta viajar en silencio. El ruido de la música te roba el momento, ya sabes...

Ella le miró. Le gustaba esa faceta mística de él pero a veces tenía la sensación de que la utilizaba para hacerse el interesante y convencerla de lo que quería. La mayoría de las veces, pensó, lo conseguía, y eso le molestaba.

-...realmente en un coche tienes que oir que vas en un coche, lo de avanzar a ciento y pico kilómetros por hora en un karaoke con ruedas es un tanto... ¿irreal?- terminó la frase con una interrogación, como queriendo que ella confirmase su opinión. Todavía sonreía.
- El ser humano inventó el karaoke ambulante, como tú lo llamas, por una sencilla razón.
- ¿Cuál?
- El ruido del coche es un auténtico coñazo -le miró y le puso su cara de por ahí no paso, aunque él se rió pero no le devolvió la mirada, concentrado en su conducción silenciosa.

Esa clase de discusiones ligeras pero exigentes con los argumentos eran algo característico de su relación. Jugar a oponerse a lo que dijera el otro, alternando las exposiciones con alguna caricia o algún pellizco, evitar que el juego se fuera de las manos pero conseguir una pequeña victoria a la vez. Le gustaban sus microdebates.

- Son un coñazo porque no estás atenta -él volvió a la carga, mirándola rápidamente esta vez. Había batalla.
- ¿Que no estoy atenta? ¿Qué quieres, que cuente los palos esos con los kilómetros?
- Se llaman hitos.
- Como se llamen, no es precisamente una maravilla geológica lo que estamos atravesando... -la autopista discurría por campos comunes, con casas comunes, montañas típicas al fondo y un atardecer de lo más normal para ella.
- Cierra los ojos.
- Pensaba que querías que te diera conversación.
- Cierra los ojos pero no te duermas, joder -el la miró mientras ella cerraba los ojos, no sin dedicarle una última mirada de fingido escepticismo.
- Vale ya estoy. ¡Avísame cuando lleguemos! -no pudo contener una pequeña risa, su peculiar risa de niña eterna.
- Concéntrate en dónde estás. Lo de cerrar los ojos es para hacerlo más fácil. Si eliminas estímulos te concentras en ti. Piensa en dónde estabas hace tres horas, dónde estás ahora, dónde vamos... y piensa en lo que te rodea, siente el coche.

Estuvo tentada de hacer una broma sobre sentir su coche del tipo ah es tu coche que es taaaan guay, pero se acomodó en el asiento, estiró los dedos en los zapatos y comenzó a tararear mentalmente su canción favorita del disco que había terminado.

- No vale cantar mentalmente... -le advirtió él. "Maldición, cómo me conoce", pensó ella sonriendo.

Le costó dejar de cantar en silencio. Incluso divagando sobre otras cosas, seguía teniendo en la cabeza la melodía. Cuando creía que la había detenido, y se concentraba en que su trasero llevaba dos horas en la misma postura, descubría de nuevo el sonido de la canción en su cabeza. Hizo un esfuerzo por estar en silencio. Recordó aquello de visualizar una hoja en blanco que había leído en algún libro de autoayuda. Era más fácil decirlo que hacerlo, desde luego. En blanco... ¿pero y lo que había más allá de la hoja? ¿lo que se adivinaba por los bordes?

Los primeros minutos pensó que se dormiría, pero su lucha contra la canción la mantenía activa. Pasado un tiempo sólo oía el ronroneo del motor, el aire templado saliendo del salpicadero. Casi le parecía oir la respiración de él, por debajo de la suya propia.

- ¿Cómo vas? -preguntó él, temiendo que se hubiera dormido de verdad.
- Bien bien, sintiendo el coche... Qué buena compra hiciste -le contestó burlona. Se imaginó la sonrisa de él y casi la vio con los ojos cerrados.

Entonces fue consciente de su mano apoyada sobre el plástico del interior de la puerta. De su nuca, apoyada en el sillón con el pelo recogido haciendo de almohada, de las partes de su espalda que quedaban pegadas al asiento y las que sufrían por no conseguirlo, y del olor que entraba junto al aire caliente. Olor a campo. Hacía tan solo unas horas que había salido del trabajo, y ahí estaba, en medio de la nada como si no fuera un viernes laborable. Viajar debería ser obligatorio.

A los pocos minutos se dio cuenta de que le estaba gustando el silencio. Percibía muchos pequeños detalles que normalmente no escuchaba. El ruido del motor, del aire golpeando el cristal... le pareció que iban más deprisa. Se dio cuenta de que algo dentro de ella seguía intentando meterle la cancioncita dichosa en la cabeza, y se opuso firmemente. Se concentró en su cuerpo, en su respiración. Se imaginó el cuerpo de él, y su respiración, y con los ojos cerrados fue casi como si se metiera en otro cuerpo y le tomase prestados sus ojos un momento. Imaginó lo que él veía, y se imaginó a sí misma sentada al lado con los ojos cerrados.

Pasó más tiempo, ella no sabía cuánto, y ocurrió algo extraño. Fue como si su mente se dividiera en dos. De una parte, ella seguía allí pensando en su cuerpo y cayendo de vez en cuando en divagaciones sobre dónde cenarían, pero por otro lado ella estaba de espectador, lo veía desde fuera. Le gustó la sensación de llevar dos mentes a la vez. Una era la cabeza normal, la que le recordaba de vez en cuando alguna preocupación menor, le devolvía la canción pegadiza o le sugería que pronto tendría que parar e ir al baño. Al mismo tiempo, su otra mente estaba detrás de aquella, observando sus procesos mentales como si fuera una película. Al cabo de unos minutos casi podía anticipar lo que se le iba ocurrir a la mente habitual. Le maravilló el ritmo endiablado de la primera, y la calma indiferente de la segunda.

La luz contrajo sus pupilas cuando abrió los ojos y miró el paisaje. Sin música le pareció estar más cerca del prado que tenía la derecha al otro lado del cristal. Casi podía olerlo, le apetecía sentarse. Durante unos minutos más prestó más atención a todo lo que se cruzaban de lo que lo había hecho en las dos horas y a saber cuánto anteriores. La mente calmada ganaba, el ruido constante se había quedado atrás.

- ¿Y bien? -la voz de él casi la sobresaltó.
- La verdad es que estoy de puta madre.
- Has descubierto algo grande, guárdame el secreto.
- ¿Qué he descubierto?
- Pues... si estás como creo que estás ahora mismo, has descubierto tu alma.

La mente inquieta pensó su respuesta cómica, pero la mente tranquila llevaba el control. Quizá no fuera otra mente después de todo. Quizá esa era ella en realidad, y durante mucho tiempo se había identificado con la otra. Si había un espectador de sus reflexiones, ella no era sus reflexiones. Soy otra cosa, pensó. El alma es un buen nombre.

Supo que perdería ese estado en cuestión de minutos, cuando la vejiga apelase a sus instintos más básicos, pero disfrutó de su descubrimiento. Y se prometió intentar parar el ruido, frenar los engranajes un poco en lo sucesivo. ¿Para qué dar tantas vueltas a las cosas? ¿De qué me sirve traer un problema del próximo lunes a hoy, en medio de esta llanura? Porque sobre todo, se encontraba a gusto. Se encontraba en un estado de calma difícil de distinguir de la felicidad.

Intentaré volver a hacerlo esta noche mirando las estrellas, se prometió. Volvió a cerrar los ojos, estiró el brazo y puso su mano sobre el muslo de él. Si se quedaba dormida ya no importaba. Iba a soñar con lo que haría en el futuro con su nuevo descubrimiento.

Cuando la respiración de ella se volvió más lenta y algo más ruidosa, él puso música instrumental con el volumen muy bajo y la miró de reojo para comprobar que no se despertaba. En su estado hipnótico inducido por las líneas de la autopista, siempre las líneas, la miró y le pareció que veía más allá de la ropa y la piel. Sonrió, y pensó satisfecho que descubrirle el alma era un bonito regalo, aunque quizá no se acordase cuando despertara. No esperaba que fuera a hacerle caso y mucho menos que consiguiera relajarse, y se dio cuenta de que ella le gustaba por eso entre otros motivos.

Descubrir el alma era, en cualquier caso, una estupenda forma de pasar el tiempo en un viaje largo.



jueves, 27 de noviembre de 2008

Bueling

O casi mejor sonaría "Burring". o "Estrujing".

Ayer volé con vueling, me aburrí con abuerring y llegué a mi casa con dolor de espalda con... Dolorespaldueling es demasiado ya, ¿no? :)

En serio chico, ¿no podían quitar 3 o 4 filas y repartir el espacio entre las demás? Si total, siempre quedan sitios libres... Menos mal que mi vuelo era un BCN-MAD (ahora me las doy de coordinador de vuelo jaja) y estar encerrado más de hora y media con las rótulas sujetando el asiento de delante es todavía una molestia que puedo aguantar sin farfullar quejas por lo bajo, como haría un vejete franquista que pasase por delante de unos yeyés de mierda haciendo botellón.

A lo mejor cuando dicen "la séguridad en vuelíng es cosa de todos... le rogamós que presten su átencion a las explicaciones..." (hablan raro, como la gente de los telediarios, acentúa donde he puesto y verás que bien te queda), se refieren a que yo me encargo de la seguridad del que tengo delante. En caso de accidente, a él no le puede pasar nada porque su asiento completo lo sujeto yo entre mis piernas. Al de al lado, en caso de salir despedido, le sirvo de amortiguador. Y el pasillo siempre estará libre porque es imposible que logre saltar a las sardinas de mi derecha para alcanzar la libertad. Y aun si lo consiguiera, me enfrentaría en la final a los mejores sardinas de las demás filas para llegar hasta la puerta... Mejor ni pensarlo vamos.

Antiguamente, todas las penurias eran pocas porque te daban comida, o un zumito, o un snack (léase diez unidades de kikos, panchitos o almendras), o al menos una caída de pestañas y una sonrisa profiden de la aeromoza. Ahora ya ni eso. Dentro de poco las azafatas tendrán palos de caña larga como los pastores, y nos darán en el trasero cuando reciban al rebaño a la entrada del avión. ¡Bueeeeeee-eeee-eee-ling!

Para compensar, nos tocó una azafata novatísima a la que se le escapaba la risa cuando hacía la coreografía con el chaleco salvavidas... deberían hacerlo siempre, le pusimos más atención que nunca, decenas de personas pensando "ahora, ahora se va a descojonar... se le cae el chaleco... no irá a inflarlo de verdad..." :)

lunes, 24 de noviembre de 2008

Instantáneas de un fin de semana

Uno. Observa a cada persona que pasa, sin excepción. Apoltronado en su butaca 12C, con los auriculares en las orejas y la vista perdida en la tele del tren, mira la película pero es incapaz de concentrarse en ella y, probablemente por eso, tampoco pueda disfrutarla. Si el sujeto que recorre el pasillo es hombre, le mira y en su cara se adivina la comparación consigo mismo. A los gordos les dedica un vistazo, a los que tienen tipazo les recorre el cuerpo con gesto hosco. Si es mujer, por supuesto, un repaso visual completo. Si está buena, se queda pendiente de cuándo vuelve del baño o la cafetería. Si no le resulta atractiva, parece insultarle con los ojos. El mundo constantemente juzgado, la clasificación de las personas en mejores y peores que yo. No tiene rayos X, sólo percibe los cascarones.

Espero no ser así nunca.

Dos. Todo el bullicio del Parque del Alamillo a su alrededor es inexistente para ella, aunque sea un domingo soleado y cientos de personas hayan decidido ir a pasar el día al mismo césped. Una pompa de jabón invisible y gigante la envuelve a ella, protegiéndola, y con ella a su bebé, un minúsculo paquetito envuelto en ropa azul que solo veo de espaldas y que es poco más grande que un gato mediano. Para ella no hay balones voladores que la acechen, ni avispas que le canten al oído, ni rayos molestos de sol en su retina, ni hormigas trepando por debajo del escudo hacia sus pantalones. La vista clavada en su bebé minutos y minutos. Una mirada de paz. Alguna nana telepática, estoy convencido. Ella protegía a su bebé y yo, inconscientemente, la protegía a ella.

Espero mirar así algún día, y espero que ese bebé recuerde que lo miraban así.

Tres. Cada cuatro años aproximadamente me asalta el antojo de tomarme un batido. Busco una heladería o cafetería donde los hagan caseros y pago encantado entre tres y cinco euros por una dosis de vainilla líquida. Mientras nosotros tragamos vainilla y plátano, aparece ella. Una diadema de plástico blanco, con lucecitas de colores intermitentes, le da un toque de color a su pelo lacio negro. Un sable supuestamente láser, que reta e incluso supera a la diadema en colores y patrones y probablemente emita sonidos pende de una de sus manos pequeñas. Decenas de objetos más en la otra mano, en un revoltijo de llaveros, juguetitos y demás artilugios molestos que se presta a desparramar delante de sus clientes. Con sus ojos orientales rasgados, se acerca a las mesas donde tomamos el batido y va mirando a la gente. Y no dice nada. Solo nos recorre con la mirada. ¿Qué va a decir? ¿"Hola, parezco retrasada pero estoy vendiendo?" Me pregunto si se reirá cuando se ve así vestida recorriendo un país extraño. Si se reiría el primer día, si alguien le dijo "pareces un extraterrestre, ¿vas a salir así?" Lectura pesimista: no tiene más remedio que hacer eso para satisfacer una deuda tenebrosa con una mafia cruel. Arrastra los pies en jornadas interminables con ventas contadas con los dedos de la mano del sable. Lectura optimista: es china, su sentido del ridículo es totalmente diferente al nuestro. No le da vergüenza y por eso, hace demostraciones a sus clientes que rayan la actuación de un payaso profesional. Es el opuesto al mirón del tren. Lo que piense la gente de mí es irrelevante, lo que piense yo de ellos también.

Si me hubiera pillado hace veinte años le hubiera comprado el arsenal completo. Si tengo que elegir, prefiero vender antenas de ET un domingo por la tarde antes que ser un insatisfecho trajeado en un tren, temiendo ver a alguien mejor que yo. Mejor según yo, claro.

Posdata. Me gustan las margaritas. No las del campo, que también, sino las que bebes esperando unos tacos sepultados en queso fundido. Y contigo más.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Relax: not too late

Siempre me funciona, si estoy agitado en el curro o agobiado, pongo música lenta. La escucho completamente, pierdo cuatro minutos y gano calma para las siguientes dos horas. La canción Not too late de Norah Jones no tiene vídeo pero he encontrado este montaje hecho con películas clásicas que le pega maravillosamente. Os dejo con Norah. ;)



Menuda voz ¿eh? Como una diosa que te arrulla en su abrazo. ¡Que me echen lo que quieran ahora!

lunes, 10 de noviembre de 2008

El Papa y Miguel Angel

¿Quién dice que un encargo papal no tiene los mismos problemas que cualquier obra por encargo? Los artistas siempre tienen que sacar su vena...



Geniales Monty Python. Inglés subtitulado al español... a mí me hicieron doblarme de la risa ayer domingo por la tarde, espero que os anime entre semana también.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Obama impaciente

He descubierto una cosa que es un vicio...



¿Prefieres pantalla completa? :)

lunes, 3 de noviembre de 2008

Gratinado

He tenido un sueño peculiar.

He soñado que durante un fin de semana me convertía en un plato preparado congelado. Así, como suena. Salía un Viernes de Madrid con lluvia y escasos grados despidiéndome, mantenía la cadena de frío en un camión amarillo con el techo a cuadros a lo largo de Castilla-La Mancha, llegaba a Sierra Gratinada, donde me recibían Doña Nieve y Don Fríoquepela, y el mundo que me rodeaba era también comida congelada.

Y debíamos ser, yo y el entorno, lasaña, canelones, o algo por el estilo, porque el domingo cuando salió el sol y encendieron el horno para cocinarnos, estábamos todos gratinados, con una espesa capa de bechamel y queso blanco lista para dorarse en el horno.

Me ha gustado compartir paseos, confidencias y chistes con los cubitos de hielo que esperan al sábado para salir de fiesta, los trescientos gramos de carne picada que todo congelador incluye de serie, las pizzas plastificadas y los tupperware olvidados meses atrás con algún manjar criogenizado a lo Walt Disney bajo su tapita hermética.

Adjunto foto perpetrada imaginariamente por una piruleta y extraída de mi subconsciente con terapia de grill. En lo sucesivo, podéis llamarme Mister Findus. No, no, Mister Flamenquín no es una opción. ;)

lunes, 27 de octubre de 2008

Síndrome IKEA

La tele y la publicidad forman un contubernio infernal que nos lava el tarro, lo digo con conocimiento de causa.

Esos trastos convierten a una persona con treinta trabajados y demostrados años de nulo interés por la decoración y el bricolaje, en un aplicado aprendiz de San José, ese carpintero entrañable que ponemos en los belenes en Navidad (porque si tu mujer se queda embarazada "del espíritu santo" y tú lo llevas con alegría, cuando menos eres entrañable, digo yo).

Yo, que había renegado siempre de ese tipo de tiendas... Yo, que me reía de mis amigos porque cuando íbamos a cualquier sitio montaban una competición espontánea de "veo veo", pero adaptada a los tiempos que corren: "esa lámpara es de IKEA". "Ah mira esas sillas son de IKEA, las vimos el otro día". El juego debe ser, pensaba yo, identificar lo más rápido posible todo lo que hay en un espacio que sea comprado en IKEA. Como el Quién es Quién pero con el catálogo de tropecientas páginas repleto de fotos de casas atestadas y acogedoras donde debe vivir gente atestada y acogedora también. La república independiente de tu casa, ahí es nada. Una religión.

Llegó un momento en el que pensé que debería conseguir el dichoso tomo (porque entra en la categoría de tomo, por tamaño y trato reverencial) y empollármelo, aunque solo fuera por participar en ese nuevo juego para beber. No hizo falta. Me independicé.

Así, este fin de semana por ejemplo he podido disfrutar del estupendo plan ocioso de visitar dos grandes centros comerciales, buscando tacos y clavos de clase 6 (¿o era S6?) para clavar mi espejo MIND, mis baldas LAK, mi lámpara ZOFFEN (ésta me la he inventado, se nota que no soy vikingo) y mi baldita STRÜMEL (ídem, tiré el papel con los jeroglíficos de montaje). Esos nombres puntiagudos deben ser invocaciones al Bajísimo, mantras satánicos. Creo firmemente que si lees el ticket de compra del IKEA del tirón con un pentagrama de tiza alrededor y tus tornillos y destornilladores colocados en las puntas, se te aparece el guardián del averno nórdico. El que tenga huevos, lo probamos un día. Trae la tiza, que el resto del altar ya lo pongo yo.

El mundo de la taladradora eléctrica me ha revelado otras creencias erróneas. Con lo fácil que parecía en las pelis de zombis trepanar cráneos con ese aparato tan sigiloso como único arma... y lo que cuesta hacer un puto agujerito en tus paredes sin derruir la casa entera. "¿Habré alquilado un antiguo refugio antiaéreo de la guerra civil?" te llegas a preguntar. "¿Vendrá Garzón a levantarme la tarima para ver si hay muertos?"

Con los muebles de IKEA pasa como con los Whoppers, con o sin queso, es irrelevante aquí (pero sólo aquí). Que sí, que en la foto queda todo chulísimo, que en la gigantesca casa de muñecas que tienen por tienda todo queda guay, las paredes no se manchan, no hay que barrer, todo está colocado y recto, limpio y ordenado. Ahora que cuando desenvuelves el plástico e intentas ubicarlo y copiar un poquito de la casa de muñecas en tu habitación, la cosa es más jodida. Hay que recolocar la lechuga, centrar la hamburguesa en el pan de abajo, medir bien, marcar con un lápiz, ¿está recto así? y usar tus dos manos y las dos de otro si puedes para terminar la tarea con éxito.

Ahí queda mi reflexión filosófica profunda de hoy. Jaja, IKEA y los Whoppers. Por Thor, voy de mal en peor. Voy a buscar el ticket conjuro para pedir ayuda al que sabe. Ah, coño, y a por el metro, para cuadrar bien el pentagrama en el suelo...

jueves, 23 de octubre de 2008

Soy informático

Por mucho que intente disimularlo aquí, dándome aires de joven literato, observador agudo de la realidad y pensador ocasional, en frecuencia y originalidad, debo reconocerlo...

Soy "informático".

Lo cual no quiere decir que esté hecho de ceros y unos, que en lugar de tendones tenga cables de red, o que unas planchas metálicas con entradas USB ocupen el espacio que tú llenas con huesos y articulaciones (no sé si os habéis fijado, pero a los que nos dedicamos a esto nos llaman por un adjetivo en lugar de un nombre. Tú no eres "empresarial" o "económico", sino empresario o economista). Lo que quiere decir es que me dedico a la informática, a "los ordenadores".

A los informáticos se nos presuponen muchas virtudes. Un resumen rápido incluiría que nos gusta arreglar gratis los ordenadores a la gente, cueste lo que cueste, que conocemos cualquier aplicación o programa existente en el Universo, que podemos conseguir pirateado cualquiera de los anteriores, y que lo que hacemos nunca puede ser "demasiado complicado". Corolario: no podemos cobrar demasiado, o no podemos cobrar en absoluto. Nosotros hacemos lo que hacemos por afición, por puro altruismo. Cobramos de Bill Gates por ir arreglando los Windows piratadados del vecino, y de Canon/HP/Epson por andar configurando impresoras de esas que cuesta más el cartucho de tinta que el cacharro. Telefónica también nos da propinas y cachetes amistosos en el culo por arreglar sus ADSL o configurar sus packs autoinstalables. Y por supuesto tenemos un inventario mental sobre qué hacer en caso de virus. Los conocemos, sabemos cómo funcionan, dónde atacan, qué antivirus funciona mejor. Si nos llega a dar por la medicina seríamos todos inmortales.

Si todo el mundo siguiera este modelo, esto significaría que a mí me deberían arreglar la caldera o la lavadora gratis si tuviera un amigo o familiar fontanero. Que mis amigos publicistas deberían hacerme unos anuncios decentes para mi empresa, que mis amigos periodistas deberían escribir sobre mí en sus periódicos, y que el amigo de empleo indefinido que sepa planchar bien debería venir a mi casa y pasarse dos horas dejándome las camisas y camisetas más lisas que un plato.

Para compensar, también se nos presuponen varios defectos: que somos seres raros, asociales, retraídos, casi agorafóbicos. Que nacemos con gafas incrustadas en la sien, que nos dedicamos a ligar y chatear por internet mandando fotos borrosas del Duque ese cuando nos la piden, que somos unos salidos, que tenemos granos, que no sabemos beber, que hacemos bromas de frikis, que somos unos salidos bis, que vemos unas tetas y nos quedamos colgados. He dicho lo de que somos raros, ¿verdad? En fin, que nuestro trabajo altruista está bien valorado a nuestras espaldas, ¡hurra!

Os voy a contar un secreto que quizá no sepáis los que no sois de carne y cable: en la Universidad no tuvimos una asignatura que se llamara "Mantenimiento gratuito de equipos informáticos domésticos". En serio, no hemos estudiado eso. Tenemos cosas como "Inteligencia Artificial", "Laboratorio de Estructura de Computadores" o "Robótica". Cosas que no se encuentran en muchas casas, seamos honestos. ¿Y cómo sabemos entonces hacer esas cosas? Por las dos leyes fundamentales de la informática: uno, ensayo y error; dos, buscar en Google lo que no sabemos y... tres, no tenemos miedo a los ordenadores. Vale son tres, no dos, y la tercera ni siquiera es una ley, es una actitud que teníamos incluso antes de ir a la Universidad.

Mierda, acabo de reconocer que sí es vocacional... Me quedo sin excusas, le echaré un ojo a tu ordenador, qué remedio.

Frente a estos problemas que he descrito, los informáticos tenemos una técnica que funciona relativamente bien, mejor con clientes que amigos, peor con jefes que con subordinados...

Los PALABROS. En inglés, buzzwords. (Chanchan, violines de peli de acción).

Cuando queremos defender nuestra parcelita, o aparentar ser suficientemente friki con amigos, o dárnoslas de entendidos con un cliente, o justificar un retraso a un jefe, o ganar tiempo para resolver un problema de ignota solución, escupimos siglas, acrónimos y palabras inventadas a cascoporro, y además las salpimentamos con verbos, frases y anglicismos a gogó: "No, el problema es que no tienes habilitado el NetBIOS", "creo que la solución sería activar el QuOS en el router para dar prioridad a la voz", "tienes que aplicar un patch con un diff y parchear el fuente del kernel", "debe ser un bug estoy buscando el parche"... No nos sirve de mucho la mayoría de las veces, y para mayor infortunio, va en nuestra contra cuando se trata de investigar algo nuevo.

Yo llevo dos días "investigando" (otra cosa que nos encanta decir, en lugar de aprendiendo, estudiando o vagueando) cosas que necesito para un proyecto, mitad diseño, mitad programación. Y en esos dos días cada vez que busco algo me topo con otro nuevo palabro que investigar. De Flash a Flex, de Flex a Air, de Air a Actionscript 3.0 (nos encanta lo de número-punto-cero), de ahí a SOAP y WDSL y también a FlexBuilder, de ahí a Flex SDK... Se podría hacer una serie tipo Pokémon con esos nombres por Dios.

Lo dicho, nuestro escudo de palabros va en nuestra contra muchas veces. Si fuera un duelo en el Oeste, sería como dispararte el güinchester de repetición en tu propia bota. Sólo que un informático diría "este rifle está mal calibrado, le falla la tabla de rutas de las balas".

Bendita afición profesión.

P.D: La leche, os juro que esto iba a ser una entrada breve, sólo quería decir lo de los palabros y me ha vuelto a salir un tocho de cuidado... Y vosotros, lectores invisibles del blog, manifestáos. Sobre todo los que sois informáticos, ésta es la vuestra. ;)

miércoles, 15 de octubre de 2008

Contraturismo

Hay un placer deliciosamente insolidario en estar de vacaciones cuando nadie más lo está. Y esta aceptablemente egoísta sensación se amplifica además si estás en tu ciudad, que en realidad no es tu ciudad, porque el mapa coincide pero tú te pierdes por otros sitios, a otras horas.

Suele ocurrir que gente de fuera de Madrid conoce antes que tú las exposiciones interesantes que ver, las colecciones temporales de los museos, los eventos más cool, las performances más esperadas, lo más de lo más. Quién no trata con niños que se saben de memoria el horario, precio y estado de salud de los perritos de la pradera del Zoo, o primos que te describen las últimas quince máquinas infernales añadidas al Parque de Atracciones (normalmente entre gritos de histeria al recordarlas). Asumo que el Pasaje del Terror dejó de ser novedad prácticamente a la vez que el Cobi de Barna y el Curro de la Expo, tengo que actualizarme. Tesoros sumergidos de Egipto está en el Matadero hasta el 15 de noviembre. El que apueste contra mí a que al final se me pasa y no voy probablemente gane.

Todo esto viene a cuento, porque he estado tres días libres y en lugar de irme lejos me he quedado por aquí. De las ochenta ideas iniciales se han llevado a cabo muchas menos, pero tener la posibilidad de hacerlo ha sido grande. Visitar Segovia un Martes, o comer un Miércoles en un asiático rodeado de gente en modo oficina y tú en sudadera, zapatillas y modo ocio es genial, jijiji. Y comenzar una semana un Jueves, pero sólo tú, también.

Voy a hacer propósito de enmienda y hacer más turismo en Madrid en lo sucesivo. Y entre semana a ser posible, contracorriente, contraturismo. Que es cuando más jode.

viernes, 10 de octubre de 2008

Viernes

Y como Viernes que es, os dejo con un remix de Bob Sinclair de una canción de Salomé de Bahía, "Outro Lugar", que a su vez es una versión de una canción del genio Stevie Wonder. Queda claro que cuanta más gente creativa mete mano en un asunto, mejor queda al final. A mí esta canción me lleva animando desde hace 6 o 7 años... Ideal para la media hora de ducha, vestirse, etc. antes de salir. ¡Que tengáis buen finde!

martes, 7 de octubre de 2008

"Chinos"

Si viviéramos en Inglaterra serían pakistaníes o hindúes indios. Si viviéramos en Estados Unidos, me atendería un coreano o un mexicano. Pero aquí, en su gran mayoría, son chinos. El único negocio que conozco que toma su nombre a partir del gentilicio de su dueño o dependiente.

Da igual lo que pongan ellos afanosamente en la puerta. Puede poner "Alimentación" a secas, o pueden haber hecho un auténtico alarde de creatividad folklórica y llamar a su establecimiento "El Dragón Azul - Bazar", que irremediablemente siempre será "el chino de la calle tal" o incluso "si hombre, el chino de al lado del videoclub Alfil"... Cuando vas o vienes de allí, dices "he parado en los chinos", en plural, como si fuera un poblado de nómadas a las afueras de tu ciudad medieval.

Un rápido paseo por sus tiendas y un breve intercambio verbal y no verbal con los chinos te demuestra al instante que sí, que el futuro les pertenece. ¿Cómo coño saben los chinos lo que nos hace falta a horas intempestivas a los españoles? Dicho al contrario, ¿sabrías montar tú una tienda de alimentación, que aunque la llamases "El Toro Dorado" sería conocida como el español, en la que tendrías que vender productos de primera, segunda y hasta enésima necesidad en un barrio de Pekín? Y de aprender chino mandarín ni hablamos...

Los chinos van reemplazando las antiguas tiendas familiares, supermercados, Udacos, Grupos IFA y cosas así. Es la guerra, Carrefour-Día-Hipercor-Supercor-Mercadona contra ellos. Los chinos. Y sobreviven, tanto que hasta se expanden y multiplican. Su táctica es conocida e implacable: una pareja, joven, ayudados de cuando en cuando por algún miembro más joven de su familia, con un horario brutal. Siempre pensamos que son marido y mujer o novio y novia aunque ni se besen, ni se hagan carantoñas. Pensamos que deben ser pareja para aguantar once horas en su tiendecita saludando con más o menos buena cara a todo el mundo. Gente que va a allí, compra, no descuida la mirada de precacución maleducada mientras recorre la tienda (estos chinos, a saber lo que me venden), y sale con su vida solucionada sin siquiera recordar el nombre del sitio donde se gasta su dinero.

Los chinos son como refugios nucleares. Tienen de todo. Da igual lo que te falte, si es básico y lo necesitas para ya, lo tienen. Hablo de chinos de alimentación, los auténticos, no los "todo a un eulo" (que dan para otro post claramente). Pilas, pan bimbo, latas de todo, salchichas, refrescos, alcohol, las patatas fritas que más te gustan (Azucena forever), papel de fumar, CDs y DVDs grabables sin cánon (los chinos con la contracultura, ¡hurra!), nata líquida, un bloc con lápices de colores para que la niña no se aburra en el médico, productos de limpieza, pan del día, bollería industrial atascaburras, cosas de papelería, chucherías para remontar las copas, vino. El horario inmejorable, el trato correcto. Sin preguntas. Sin excusas. Traficantes de recompensa material instantánea.

¿Dije que además, nos parecen baratos?

La chica del chino al que más voy sonríe siempre, da igual que sean las once de la mañana o las once de la noche. Da igual que entre una respetable madre de familia o una horda de jóvenes gritones granujientos. Y ha aprendido el uso correcto y coloquial del castellano, para despedirse espontáneamente con "ha-ta legooooooo"... Dan ganas de abrazarlos, qué espíritu comercial, qué capacidad de trabajo, qué pequeños son.

Mi anécdota graciosa del día, que me ha inspirado esta campaña prochinos, es que he ido con mi compañero de piso a hacer una gran inversión en comida: "Nos llevamos solo esto, seis huevos". "Un eulo". Sonrisas. Ha sido fácil, como siempre. La "mujer" del chino estaba fuera, y cuando salíamos, ella volvía hacia la puerta limpiándose la boca con el dorso de la mano. Y juro que la he oído balbucear en el idioma de Quevedo: "yo embalazada y pol eso a veces vomito. Lo siento, lo siento ¿eh? lo siento... e normal, lo siento". "¡No pasa nada mujer!" le hemos contestado caballerosos, sin saber muy bien de qué carajo hablaba.

Y después no he podido evitar la carcajada medio contenida cuando estaba ya a veinte pasos de la puerta. Qué grande la mujer. No la habíamos visto, pero se ha delatado ella sola, pobrecita, pensando que la habíamos pillado. Prometo que volveré todas las semanas, por el chinito que viene y porque creo que me ha oído reírme... Ella no lo entendería, pero ha sido de película de Buñuel, una china explicándome los efectos secundarios del embarazo. A mí, a las diez de la noche, con media docena de huevos bajo el brazo.

Gracias en chino se dice "shishí" (o algo achí). Y a ellos les encanta cuando se lo dices al pagar. No nos sabemos el nombre de su tienda, pero al menos aprendemos una palabra en su idioma, a cambio de que estén ahí siempre.

Después de cenar se nos ha ocurrido rematar la noche con Operación Dragón, un clásico setentero de Bruce Lee con música de Lalo Schifrin buenísima, música y peli (dentro del género que es y la época en la que se hizo claro). Noche oriental completa.

Qué grande la chinita, que hostias como panes metía el Bruce Lee, qué dosis de realidad. ¡Shishí!

miércoles, 1 de octubre de 2008

Gepensioneerd

Si me llegan a decir hace un par de años que hablaría por el Messenger con ella, yo en el trabajo y ella en casa, me habría parecido imposible. Y sin embargo ahora, aún en el trabajo a punto de irme a mi casa, la veo conectada y me saluda, con faltas de ortografía de vez en cuando debidas a que tiene unas uñas larguísimas y perfectas, según se encarga ella misma de explicar. Tuvo una boda hace una semana, de ahí ese detalle afrancesado que remata sus dedos.

Esta chica, convertida ya en señora, nació en Amsterdam hace unos cuantos años ya. Siendo miembro de una familia numerosa se fue a vivir de pequeña a Surinam, antigua colonia holandesa. Su padre era músico, organista de iglesia, un artista. De su casa en Surinam, de estilo colonial propiamente dicho, recuerda que había miles de insectos y que tenían monos en el jardín. Cuando se acercó a los dieciocho años, cogió un avión, dejó atrás a los monos y cruzó el Atlántico para volver a Holanda y vivir con una tía suya. Estudiaba desafiando al frío con su bici en invierno y después se puso a trabajar. Conoció a un español, emigrante sesentero de los que recorrieron Europa para buscarse un futuro y de paso huir del servicio militar franquista. Se casaron, y fue ella la que dejó todo y se fue a vivir a España, que entonces estaba gobernado por una dictadura militar, no olvidemos. El universo no conspiró para que tuviera una hija, tuvo dos chavalotes que, como la mayoría de los hijos, seguramente no le han devuelto ni el diez por ciento de lo que ella les ha dado durante años.

La semana pasada dejó de trabajar, prejubilada, después de treinta y cuatro años en la misma empresa. Has leído bien. Treinta y cuatro años en el mismo trabajo... Han pasado jefes y personas a su lado pero ella ha seguido allí. Estudió taquigrafía en su día (eso que misteriosamente teclean a toda pastilla durante los juicios en las películas para registrar todo lo que se dice y que usa símbolos para representar palabras... una cosa imposible vamos), y a lo largo de estos años el ordenador y el Outlook desplazaron a la agenda de cuero, los infinitos archivadores de oficina y a la máquina de escribir Olivetti con dos cintas, negra y roja.

Debe dar vértigo reajustar tu vida después de treinta y cuatro años haciendo lo mismo. Yo no soy capaz de imaginármelo. Nosotros, que nos quejamos cuando estamos tres meses sin hacer un viaje o cuando un jefe estúpido no nos paga lo que creemos que nos merecemos.

Ahora saber holandés, español, inglés y bastante alemán no le hace falta. Ni tener memoria fotográfica para los cumpleaños y todo tipo de detalles. Ahora se levanta muy pronto, porque el cuerpo tarda en perder las costumbres, y cuando tiene un rato o le apetece o se aburre se conecta al Messenger y habla con uno de sus hijos que está trabajando y le aclara que comete faltas de ortografía en una lengua no nativa para ella porque tiene uñas francesas que chocan con el teclado del portátil. ¿No es adorable?

Una casa para ti sola en un país extranjero con dos hijos independizados y tu marido aún en activo puede ser difícil. O puede ser genial. Creo que será lo segundo, y espero que los demás estemos como mínimo a la misma altura a la que ha estado ella estos últimos treinta y cuatro años.

No me gusta la traducción de jubilado al holandés. Gepensioneerd lleva implícita la pensión, una connotación de dependencia. Menos mal que desde hace años y años, por la noche sueña en español.

lunes, 22 de septiembre de 2008

...y reacción

Barcelona. Hotel Silken Diagonal. 23:55. Internet gratis en la habitación, sí, pero a velocidades de hace años. ¿Alguno recuerda tener que esperar de verdad a que carguen las páginas? Me refiero a que puedes ir al baño, o ver media canción de un tío con pinta extraña imitando de forma rídicula a Kylie Minogue en Factor X, y aún no hay nada en la pantalla... Un coñazo.

En fin, hoy me he levantado a las 4:55 de la mañana. Para llegar a Barcelona a las 8 y pico. Un poco más y me compensa venir en coche vamos. Odio los controles de seguridad de los aeropuertos y, lo siento, a todo el que trabaja en cualquier punto de la cadena de humillación pagada por nosotros en teoría por nuestra seguridad... "Quítese la chaqueeeeta señor y póngala aquí en una bandeja. Tenga, tenga, rápido. No señor, el portátil tiene que ponerlo también. Abralo. Saque el ordenadooor y póngalo aparte. ¿Cinturón lleva? Reloj, llaves, móvil... Coja, coja otra bandeja." Ahí me tocó las narices ya. "Deje deje que aún no tengo tres manos para tres bandejas." A la chica que iba delante mío, que salió airosa del trance, la estaban esperando y la hicieron descalzarse y parecer una niña pequeña en el suelo frío durante unos minutos.

Todo el lío que tenía montado el otro día ha explotado maravillosamente hoy en el dichoso curso de formación (véase "Acción" más abajo), como era previsible. Pero no ha habido muertos, algo es algo. Ya veremos qué tal acaba todo...

Y sobre la boda, el sábado, pues estuvo genial. Como todo el mundo ha ido a bodas os ahorraré una descripción pormenorizada que no me interesa ni a mí. Al final no leí discurso (me rajé cobardemente), pero me asignaron una sencilla frase entre familiares de la novia, que hablaba del talante, simpatía y amistad o algo así de mi hermano. Me dijeron "lee eso cuando te toque, donde pone Carlos". Parecía sencillo. Cogí aire, decidido a que se me oyera entre aquellas niñas con voz de ratilla emocionada que me precedían y seguían, y leí bien, con fuerza, con carácter. Claro que siempre hay un pero.

Me podían haber dicho que tenía que decir al final "roguemos al señor" (que NO venía escrito) porque los 2 segundos de silencio y la mirada gélida de la novia desde el altar (que significaba "LA ESTAS CAGANDO CARLITOS!!!") se me hicieron eternas. El curita me echó un capote ("Rogamos al señor") con tono de "menudo pringado el hermano del novio..." y a mí no se me ocurrió otra cosa que salir del paso con un "le rogamos", porque desconozco por completo los formalismos cristianos. Por la megafonía de toda la iglesia. Jaja, podría haber dicho everybody in da house o algo así y habría quedado igual de bien. O igual de mal vamos.

En fin, volveré en el Ave para estrenar el Barcelona-Madrid y ahorrarme las colas infumables de seguridad del aeropuerto, eso sí. A ver qué tal mañana. Saludos hacia vuestros puestos de trabajo y hogares habituales, desde una habitación requetefashion en Barna demasiado molona para no compartirla con nadie. El tal micky ese de Factor X tiene cara de travieso pasado de moda, debería trabajar en el control de seguridad para putear a la gente.

Para Lapsus Cerebralis, desde Barcelona, vuestro tarado habitual. ;)

jueves, 18 de septiembre de 2008

Acción

(Esto me pasa por escribir un alegato del bostezo el otro día, claramente. El karma, la ironía del destino o la dichosa ley de Murphy se ríen de mí.)

Es curioso cómo las personas sabemos complicar las cosas aparentemente sencillas, especialmente en entorno laboral. Se trata de cerrar un curso de formación en Barcelona, que impartiremos este vuestro humilde anfitrión y un agradable hombre belga de nombre Yves , que evidentemente tiene que venir de Bélgica. El lunes. Mis interlocutores en Barcelona: un italiano y un inglés.

El objetivo: dejar todo atado para que el Lunes cuando vayamos, las cosas funcionen y podamos darles su curso práctico (en el argot, hands on training) en lugar de aburrirles con infumables horas mirando un proyector con contenido teórico. El proceso hasta lograr todo esto: un auténtico, genuino, esperado y temido coñazo.

Si es que la cosa ya empieza de chiste: van un belga, un inglés, un italiano y un español... Ahora que lo pienso hay otro actor involucrado, un holandés que firma los mails con C. apellido con lo que cuando le contesto no sé cómo refererime a él, y cuya función es activar todo en remoto. Así que llevo un semana de: cruce de mails, esperar respuestas, llamadas, se lo pregunto a éste, reenvíos de correos con "mira a ver si te puedes encargar de esto tú" delante de tu texto, balones fuera con "No, si eso ya lo sabe XXXX, habla con él", confirmación de la confirmación de la preconfirmación de fechas, horarios, aviones, hoteles, aves, documentación, pollo con patatas. Esa última era para ver si seguías atento. ;)

Básicamente hay mil cosas en el aire aún, con un solo día laboral disponible (que encima es Viernes), una boda de mi hermano en Albacete de por medio, la vuelta a Madrid y volar a Barcelona a horas intempestivas, dormir en algún hotel encontrado por Internet, hablar inglés y español durante dos o tres días, volver siendo yo, y habiendo dejado al italiano e inglés contentos (más lo que me encuentre allí que no conozco aún). Respiremos, es imposible tenerlo todo atado de antemano. Y qué fácil es tenerlo todo desatado en cambio.

Hay semanas que parecen años en las que no ocurre nada, y hay momentos en los que se comprime el tiempo para hacer, o al menos intentar hacer, mil cosas a la vez. Digo yo que los sucesos interesantes podían estar repartidos todo el año, no apelotonados en cinco días, como una camada de gatitos que aún no han abierto los ojos.

Maldito Murphy.

martes, 16 de septiembre de 2008

Bostezo

Diez y seis minutos de la mañana. Oficina. Vemos el planeta Tierra desde el espacio. Zoom infinito hacia Europa, España, atraviesa nubes, Madrid, mi edificio, atraviesa techos, mi cabeza. Swooooshh.

Delante de mí, un monitor de 22 pulgadas panorámico. A mi izquierda en la mesa, un portátil encendido. Parezco Nacho Cano con tanto teclado delante, o el clásico friki pajero de películas tipo Tomb Raider. Llevo una hora depositado en mi silla con ruedas, bastante cómoda aunque con una insidiosa tendencia a vencerse hacia atrás (lo llaman respaldo abatible, pero también hubiera valido romperriñones) en la que se echan de menos reposabrazos, apoyacodos, algo para que no parezcas un guerrero derrotado durante 8 o 9 horas, en definitiva. ¿Cuál es la diferencia entre ignorancia e indiferencia? Ni lo , ni me importa. Los chistes sin ganas son como las poesías leídas por niños inseguros en el colegio.

Decía que se echaban de menos los sujetaantebrazos (me gusta inventarme nombres, ya ves) a los lados de mi silla. Especialmente para cuando te entra el sopor.

Da igual que no hayas dormido ni mucho ni muy bien como algunos días. Da igual que no te haya dado tiempo a desayunar por las prisas, o que hayas pillado atasco. Salvo algunas afortunadas personitas que van andando o montando en bicicleta al trabajo, convirtiendo así el comienzo de su jornada en una especie de gimkana impredecible, los demás somos carne de bostezo. Algunos tan largos que parecemos entregados tenores mudos, o boas ensayando para un festín.

Bostezo porque tengo cosas que hacer pero me resisto a empezar del todo. Por hacer tiempo para tomar un café, que dos tan seguidos no es sano y además dura poco. Bostezo porque me imagino que la gente a la que tengo que llamar o escribir un mail también está bostezando y me sabe mal interrumpir su despertar. Me estiro para ver si dejo de bostezar. Escribo en el blog para conjurar el hechizo de hastío que la bruja de la improductividad ha lanzado sobre mí. Zorra.

Bostezamos porque en realidad, no creo que nuestra esencia sea estar aquí. No es que no me guste mi trabajo, y valoro el trato con la gente. Tampoco me gustaría quedarme tirado permanentemente. Es algo más de base, es que no creo que lo natural para un animalito como tú y yo sea trabajar ocho o nueve horas para sobrevivir.

Es cutre la queja sin alternativas, de acuerdo. Podían inventar los trabajos por turnos. Veo al del fondo diciendo "ya existen!!". Trabajos rotativos. Un mes en un sitio, otro mes en otro con gente nueva y funciones nuevas. En realidad casi todos podemos hacer de todo, aunque nos guste identificarnos con la especialización. ¿No sería una buena herramienta antimonotonía? Este mes recojo la fresa, el mes que viene estoy en una empresa de márketing. El año pasado en verano me tocó poner daikiris en un chiringuito. Pues yo tengo unas ganas de ser Melchor este año en la cabalgata en Navidad... Y en primavera me voy a dar un curso de español al sur de Francia.

Hmmmmmmmmyaaaaum...

Bostezo sólo de pensar en ser contable. Las diez y media casi. El portátil tiene el salvapantallas activado. También podrían haberlo llamado despiertavagos o videochivato.

Voy por café. Si la silla tuviera aguantacúbitos sería más cómoda para levantarse, seguro.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Remind Me

Alucino con el vídeo musical Remind Me del grupo Royksopp. No tanto por la canción, que está bien, sino por la animación. Si alguno de vosotros diseña y ha trasteado con el pixel art alguna vez, os podéis imaginar las horas de trabajo que lleva ésto. Somos como hormigas...


jueves, 4 de septiembre de 2008

El bodorrio

Mi hermano se casa el día 20 de este mes, ¿os lo había dicho?

Mañana Viernes celebramos su despedida de soltero, con el plan más o menos definido pero con huecos suficientes para la improvisación y el fracaso, que es la cara B de la improvisación. Nosotros lo llamamos "preparación": cuando alguien la caga le decimos "la has preparado bien ¿eh?", o decimos "menuda preparación me han hecho en el curro..." Pues eso, estamos a tiempo de bordarla o prepararla por completo.

Pero eso es lo de menos, además me acabo de enterar de que voy a leer en la boda (ceremonia clásica, iglesia), pero que puedo escribir lo que quiera y leerlo allí, con traje y micrófono. O con traje y a voz en grito como en un teatro romano. No, no voy a hacerlo en latín, buen intento.

Me da un poco de miedo, sobre todo porque a más de la mitad de la audiencia no los conozco, y a la otra mitad los temo precisamente porque los conozco y veré sus ojitos clavados y un bocadillo de cómic de pensamiento (de los que se unen con bolitas al personaje) con el texto escrito: "Vas a lloraaaaaaaaaaaar...". Tendrá que ser bueno para que se fijen en lo que digo y no en cómo lo digo. Es una responsabilidad, porque no puedes dejar indiferente a nadie. Si lo haces muy mal nadie se acordará y la gente bostezará. Si lo haces demasiado bien la gente va a silbar al cura cuando me baje yo, jajaja. ¿Os imagináis en una boda, con la familia gritando "otra! otra!" como en los conciertos? Buscaremos el término medio aristotélico claramente.

Y también me hace ilusión, está claro. Espero que el blog me sirva de entrenamiento... ¿Lo hago cómico o lo hago sentimentaloide? ¿Lo hago formal o informal? ¿Notaré la mirada reprobadora del cura en la nuca o le mencionaré a él también el texto para que se sienta integrado?

Seguiremos informando, tengo un fin de semana por delante para escribirlo.

Todo lo que das

En el menú de la izquierda bajo "ocio actual" pone Cinematic Orchestra, que es uno de esos grupos que descubrí escuchando una radio por internet estupenda. Tienen una mezcla de instrumentos acústicos y sonidos electrónicos que empastan maravillosamente. Y cuando quieren usar voces, colaboran con una gran voz, como en esta canción, o más bien este tema, All that you give.





Cuando sea mayor quiero aprender a tocar el arpa y comprarme un contrabajo. ^_^

miércoles, 3 de septiembre de 2008

A las dos de la mañana

A las dos de la mañana las casas por dentro parecen más grandes, será porque caben muchos más sonidos en el silencio. Un momento, que me voy a liar un cigarrillo... Fumo de liar, la marca Old Holborn azul, el papel Smoking azul pequeño. Qué curioso, pensaba que era un tabaco inglés y me acabo de enterar -Google mediante, cómo si no- que lo fabrica una empresa inglesa que a su vez es parte de otra empresa tabaquera japonesa que se llama, oh sorpresa,  Japan Tobacco Inc. Esto es la globalización: un español se lia un cigarro de una marca con aspecto británico cuyos beneficios van a Japón. En este proceso de búsqueda y con las primeras caladas me he topado con unos pósters que hizo esta empresa, cuya finalidad me es imposible entender, pero con un diseño genial. Ahí os pongo mi favorito.



Son adorables estos japoneses. Aunque el cigarrillo del poster parezca un lanzacohetes. A lo que iba.

A las dos de la mañana arrugar una hoja de papel parece un atentado contra el descanso de la sociedad. Encender la tele te lleva instantáneamente a bajar compulsivamente el volumen, ¿qué fuerte está no? El desorden de una habitación parece resaltar más a las dos de la mañana, y la ventana del blog y la caja de texto para escribir parecen más grandes, esperan más de ti.

A las dos de la mañana te acuerdas del café que te tomaste tarde y de lo pronto que te quieres levantar al día siguiente. 

Swooooooooshhhhhhhhh... ¿Qué es eso? 

Un vecino ha hecho un pis nocturno, era la cisterna. Debe llevar unos pelos graciosísimos el tío. A lo mejor es el vecino que hace unas semanas llamó a mi puerta, sin conocernos de nada, con una escalera fabulosa bajo el brazo, una niña adorable junto al muslo y un señor sonriente tras el hombro. El señor sonriente era el portero, hola-encantado-no-te-conocía, y mi vecino de arriba se había dejado las llaves dentro de su casa. Me gustó su resolutividad: sin dudarlo un segundo bajó al bajo, valga la redundancia, esperó a que yo llegara, cruzó mi salón con el amasijo de hierros balanceándose, salió a mi terraza y con su hija vigilando subió por la escalera y entró por su ventana emulando a Spiderman. A mi me habría dado vértigo. Has quedado de lujo delante de tu hija, Lorenzo, pero por la cara que tenían has quedado fatal con tu mujer y suegra que están esperando en el portal y comentando que te has olvidado las llaves en tu segundo día en este bloque. A la niña, Sofie, dulce y francesa de unos siete años, le gustó la lámina de un metro de alto enmarcada de Ratatouille que hay en mi salón. Ella diría gatatuí, pero creo que me la he ganado para siempre.

Voy a bajar el volumen del ordenador no sea que ahora, al apagar el Windows, el sonidito despierte a Sofie. Y voy a terminar este post en tiempo real junto a mi piti y me voy a ir a dormir.

El móvil dice que tiempo restante para la alarma: seis horas y veinticinco minutos. A las dos de la mañana entra aire fresco y probablemente mosquitos por la ventana. Lo primero se agradece, a lo segundo se resigna uno.

domingo, 10 de agosto de 2008

Domingos de nada

Algún día alguien hará una estadística de la cantidad de minutos que perdemos de nuestra vida los domingos, y probablemente se lleve un premio a la constancia. Como suelen decir, hasta el Creador descansó el domingo después de liar la mundial con el caldo primigenio del planeta, por lo que es lógico que habiendo sido creados a su imagen y semejanza con el añadido de nuestra natural tendencia a la exageración, convirtamos muchos domingos en días de nada. Día de descanso se nos quedó pequeño, supongo.

Debe ser lo de que al día siguiente se trabaja, se estudia, o se va al colegio incluso: recuerdo domingos de nada desde edad temprana. La masa negra que vislumbras para el día siguiente te deja el día actual turbio, como una amenaza de tormenta en el cielo que te hace dudar de una tarde de playa. Y así nos tiramos el día entero como empanados y aletargados, con pereza extra y desgana turbo.

También dicen aquello de días de mucho, vísperas de nada. Excesos de diversión y trasnoche del sábado podrían justificar un domingo de constantes vitales mínimas, un domingo de mamut semicongelado. Algunos gruñidos, alimentación básica, y dormir mucho. Si tuviésemos cola hasta espantaríamos las moscas que nos molestasen. Y si nuestros hermanos pequeños tuvieran agua con colorantes hechos de dios-sabe-qué nos inmortalizarían en las paredes del pasillo-cueva al estilo de la escuela rupestre y jurásica. Mamut dominguero acechado por cazadores.

Pero ¿y los domingos en los que estás descansado, aburrido por no hacer nada y vago para hacer cualquier cosa? ¿Qué fue del pedete con un par de minis de los domingos, para comentar las mejores jugadas del sábado?

Domingo de peli mediocre, acostarse pronto, o acostarse tarde para levantarte (encima) jodido el lunes. De peli en parejita, de multicines, de restos del fin de semana para cenar. ¿De recogimiento? Domingos de nada.


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Escrito escuchando: Cinematic Orchestra - Breathe

Actualización 00:10. Para quitarme la razón, por supuesto nada mejor que dos amigos que te sacan a cenar justo cuando terminas de escribir tu alegato del aburrimiento. Cosas que pasan. Domingo de cenita y sangría. ;)

jueves, 7 de agosto de 2008

Inevitable retorno

...O retonno, que dirían los de Martes y Trece en su época. No voy a decir aquello de qué depresión, que qué cortas se han hecho, que el año que viene me cojo un mes completo... aunque lo piense, que diría el gallego de Airbag, el de sumachigún.

He cruzado los picos de Europa para llegar hasta playas asturianas, he recorrido Castilla León para volver, hacer escala, y cruzar, recortando por la derecha, la otra Castilla hasta las costas levantinas (qué original). He estado en Gijón, Oviedo, Oliva, Denia, Alicante, en algunos sitios más tiempo que en otros claro. Mi corcel come más que hace un año y pico, eso sí. La alfalfa diésel está por las nubes, pero me sigue gustando viajar así.

He bebido culines de sidra (a mí no me daba acidez, que ya es raro), comido cabrales hasta hartarme, chuletones, paellas, un bacalao con alioli gratinado que casi me pongo a llorar de lo bueno que estaba, calamares, pulpos, espárragos, peces espada o emperadores, mejillones en salsa de sidra, vinos, ríos de tintos de verano, alguno con hielo hecho con agua valenciana que sabe un poco rara, y algunas copas.

Me he tumbado en la playa a 50 metros de mi casa a ver las estrellas y echar un poco de humo (jeje), y he visto tres estrellas fugaces que para mí siempre serán pequeñas navecillas tripuladas por enanitos que se equivocaron al entrar en la atmósfera terrestre y lo pagaron. Como buen chico de interior y mesetario para más inri, he sentido desasosiego cuando algún pececillo me ha rozado dentro del mar, sobre todo si lo hace con alevosía y no lo veo. He aprovechado para mejorar mi muy mejorable estilo de natación a crol en mar y piscina con una paciente profesora (de peluche). ¿De qué leche viene lo de nadar a crol, por cierto? He leído menos de lo que pensé que leería, aunque he empezado Niebla de Unamuno, y he tocado la guitarra más de lo que pensé que la tocaría.

Joder qué cortas se han hecho... el año que viene me cojo todo el mes entero. Nos consolaremos con el clásico de "qué bien se está en Agosto en Madrid".

miércoles, 23 de julio de 2008

Hablar por hablar

Hace una semana que no actualizo el blog. Empecé con mucha energía, he tenido momentos de flaqueza y, conociéndome, como no haga el esfuerzo lo dejo tirado.

Así que vamos a ver, ¿sobre qué puedo escribir? La falta de inspiración nos está golpeando duro a todos, por lo menos a los blogueros a los que yo sigo (sí, a tí también me refiero). Podemos escribir... podemos escribir la típica entrada con una frase o minipárrafo breve, sugerente, un tanto abstracto y normalmente con tono protesta/queja/melancólico que tanto se ve por ahí en los blogs. A ver qué me sale:

Quiero despertarme un día y saber que ése va a ser el día en el que se cumplen mis sueños, me sonríe todo el mundo y desaparece por completo la bola oscura que lleva alojada en mi pecho ya ni sé cuánto tiempo.
Cumple muchos requisitos para atraer comentarios, no me digas que no. Todo el mundo se siente identificado, hay espacio para interpretaciones, perfecto para responder con tópicos y lugares comunes. Si además lo aderezas con algo sexual, miel sobre hojuelas. Sex sells.

Podría escribir también el típico haikú (rollo rant) para desahogar los malos humores. Probemos:
No sé por qué demonios la gente ha decidido hoy que soy para sus borderías e impertinencias lo que la piel tensa de un timbal a las manos callosas de un percusionista caribeño. Supongo que porque si se tragasen esa bilis, morirían en cuestión de días, así que es mejor emitir esos vapores y jódase-quien-pueda.
Otro clásico. Lo de criticar, juzgar y quejarse se extiende entre los visitantes y sus comentarios como las ganas de hacer una fogata peligrosa entre un escuadrón de niños de campamento. Ya sabemos que hay gente gilipollas, pero es mucho más entretenido y satisfactorio buscar a los majos y luminosos entre la bazofia, digo yo. Be urraca, my friend.

Y por fin puedo simplemente mandaros besitos virtuales a todos y justificar este collage surrealista diciendo que mañana es mi último día antes de mis vacaciones. Supongo que es lo que nos pasa a todos, más o menos. Me gustaría decir que seré suficientemente friqui como para buscar algún sitio con Internet y actualizar desde mi retiro estival, o que me llevaré un portátil con módem 3G, peeroooooo... Ni de coña cambio un tintito de verano y una arena de playa quemapies por Blogger, ni el examen exhaustivo de mi moreno para comprobar si me estoy pelando (todos lo hacemos, reconocedlo) por pasar un rato escribiendo delante de las teclas.

Sé que sabréis disculparme. Total, si vosotros tampoco lo vais a leer. ;-)

miércoles, 16 de julio de 2008

Add me

Antiguamente para saber de una persona uno se tomaba la molestia de llamarle, hablar con ella y quizá quedar para tomar algo o ir a algún sitio. Las relaciones se fraguaban mirándote a los ojos, viendo los gestos de la persona, escuchando la voz. Ni siquiera hacía falta un plan demasiado ambicioso: cuántos bancos de madera con pintadas se han convertido en depósito de historias y cáscaras de pipa, cuántas conversaciones importantes se han tenido delante de un café irremediablemente malo (o infame y letal que diría alguna) , cuántas confesiones lacrimosas hemos oído deslizarse entre las risas y los vapores del alcohol. No nos hacía falta tener doscientos amigos en una lista, ni saber lo que hacían en cada momento, ni hacer "una perdida" para que bajasen de su casa. Con los cercanos nos bastaba, que para eso eran los cercanos.

Ahora en cambio parece que tener tropecientos añadidos es señal de popularidad o de estar bien rodeado. Recibir mails con infumables mensajes reenviados de la amistad de diez personas, señal de que te quieren. Encontrar a ese chaval del colegio que has estado evitando sistemáticamente cuando lo encontrabas por la calle y cruzarte dos mensajes en el facebook, el súmum de la amistad. A la gente a la que no quieres ver porque no te da la gana, le mandas un mail de vez en cuando porque se cree que con eso basta.

Todos tenemos docenas de amigos, pero cuando intentas quedar con muchos de ellos, siempre están ocupados, tienen otros planes, vieron el mail tarde. Y al final se da la rara paradoja de que estando solo delante del ordenador tienes cientos de amigos, y cuando te levantas para juntarte con ellos tienes muchos menos. Con la excepción de los que viven lejos, los ciberamigos exigen muy poco y dan bastante poco también a cambio. Es fácil tener ciberamigos, y cada más difícil tener amigos de carne y hueso. Además, a título personal, me revienta leer con faltas de ortografía o con prosa estilo SMS.

Me he cansado de las "redes sociales" (palabro del año) antes de utilizarlas siquiera. Paso de mi cuenta en MySpace, no pienso abrir Facebook, ni Tuenti, ni gaitas. El que quiera saber de mí que me llame. Que ya veré yo si se lo cojo o no.

lunes, 14 de julio de 2008

Soy libre

Sí, lo he escrito en los dos sitios. Pero es que me encanta.

Muy del estilo de las charlas de El Club de la Lucha (pero desprovisto del rollo violento disuasorio de Brad Pitt).


"Ve a trabajar, envía tus críos al colegio, sigue la moda, comportáte de forma normal, camina por la acerca, ve televisión, ahorra para cuando seas mayor, obedece la ley.
Repite conmigo: soy libre."


Visto en Panel de Control, vía Versvs.

viernes, 11 de julio de 2008

Jazz

Anoche. En el Conde Duque, antiguo cuartel del ejército reconvertido a espacio cultural. Concierto al aire libre en pleno centro de Madrid. Return to Forever, un grupo de hace treinta años de jazz fusión o jazz rock, o como quieras llamarlo. Lo de poner categorías en jazz es complicado. Tocan música instrumental, con batería, bajo eléctrico o contrabajo, guitarra(s), piano, teclados.

Era un grupo de genios básicamente. Un tal Al Di Meola, un tal Stanley Clarke, un tal Lenny White y un tal Chick Corea. Leyendas vivas del jazz que no se habían juntado desde hace 25 años. Sé que suena a friqui como el babysitter de la peli Jerry Maguire pero es que es así.

Escuchar jazz, y sobre todo verlo en vivo, es totalmente diferente a asistir a cualquier otro concierto. Cuando vas a un concierto de pop/rock/hip-hop/funk/cosas que cantan, vas a bailotear, a escuchar y cantar canciones que ya conoces, porque te hace ilusión ver en directo y oír en directo los temas que te sabes de memoria. Y sorprenderte con algún otro, está claro. Los conciertos se planean y ensayan hasta la saciedad, y salvo en los solos de algún instrumento, en general todo está arreglado y planificado.

En jazz no. En jazz saben lo que van a tocar, y evidentemente lo tienen ensayado, y los temas tienen estructura y partes definidas, pero a partir de ahí lo que ocurra depende de la noche que tengan, el feeling, la genialidad de cada uno y la complicidad entre ellos, porque improvisan. Se lo inventan en el momento. Es algo que yo no valoraba cuando mi hermano me ponía jazz y yo decía "tío esto es infumable no tiene ni pies ni cabeza". Como con el vino y el flamenco, y en general con cualquier cosa que no sea banal, insistir un poco o acertar con el disco adecuado y poner la oreja y el cerebro a escuchar hizo maravillas. Lo grande del jazz es seguirles, en el momento, disfrutar de dónde están y hacia adónde van, escuchar cómo se contestan entre sí, alucinar con la cantidad de música que tienen dentro estos tíos, y que sacan a borbotones así, inventando en el momento, a toda pastilla, y sin fallar una nota. Daba igual que fuera rock o bossanova, o algo con sabor flamenco o swing puro.

Anoche, decía, estos cuatro genios dieron tal recital que la gente, jóvenes y mayores, se dejó las manos peladas de aplaudir. El jazz es la única música que se inventa y reinventa en el momento en que se toca. Esa es su magia. El concierto de ayer no lo volveré a ver nunca, aunque vuelva a ver a Return to Forever. Es como aquello de "no te bañas dos veces en el mismo río" de Heráclito.

Os dejo con Stanley Clarke, que es prácticamente el inventor del bajo eléctrico moderno y, además, hizo anoche cosas como ésta con el contrabajo.

lunes, 30 de junio de 2008

Campeones

Por un día, por unas horas, nos sentimos hermanos unos de otros. Los coches te pitan y automáticamente levantas los brazos y saludas, como si los conocieras, agitas una bandera si la llevas, una toalla en el peor caso. No importa quién va dentro ni se te pasa por la cabeza que te pueda estar pitando por otro motivo. Les contestas como se contesta en estos casos: "Uuuuueeeeee!!!" Te cruzas con otro grupo andando por la calle y te sonríes con ellos, cada uno esperando que el otro diga algo para contestar, para unirse al coro. La gente te parece más guapa, más simpática, menos hortera, más luminosos. No hay nada que criticar, sino cosas que alabar.

El "típico borracho" pasado de edad del bar de siempre, se convierte en un personaje simpático por arte de magia, erigido durante unos segundos en showman a lo Buenafuente mientras la gente le ríe las gracias. La camarera, borde habitualmente, te parece un ángel venido a la Tierra cuando te atiende con la camiseta española puesta. No te importa que se te cuelen, charlas con la gente en la barra, te mandas mensajes con los que no tienes cerca. Invitarías a medio bar si otro te invitase a ti.

Por las calles, la bandera deja de significar lo que digan los políticos que signifique, y se convierte en logotipo de la alegría, en el símbolo secreto pintado a boli en las manos de una pandilla que engloba a todo el mundo que te rodea. Nadie teme que le llamen facha por llevarla, y así la gente se quita los complejos de un plumazo y descubren, por fin, que es mucho más lo que les une que lo que les separa.

El fútbol era la excusa. Lo que a la gente le gusta es ser feliz. A ver si dura.

viernes, 27 de junio de 2008

La Roja

En el primer tanto, el Príncipe quiso alzar a la Princesa hacia el cielo de Viena, pero se contuvo. En el segundo, Letizia cantó el gol antes de que lo marcara Güiza. En el tercero, por fin, se dieron un abrazo de Love Story, mostrando al mundo dos sonrisas como dos rajas de sandía. Así estaba España. Orgullosa. Con el nudo en la garganta y con la lágrima que disimulas hasta que ya no disimulas nada y te pones a llorar desconsoladamente, o a reír, si eres persona de carácter templado.

Había tantas decepciones acumuladas, tantas noches parecidas que terminaban mal, que llegamos a aceptar con resignación que la nuestra era la historia de un desamor. Incapaces de encontrar una respuesta a tanta desgracia, barajamos todas las enfermedades posibles y dijimos que nos faltaba sentimiento de nación, ánimo competitivo y hasta una letra para el himno. Pero sólo nos faltaba ganar. Quitarnos el tapón, el complejo. Y volar.

Estoy por asegurar que ya nada volverá a ser igual. Ni siquiera una improbable derrota en la final puede detener este impulso, esta liberación recién estrenada. Hemos ganado y lo hemos hecho de la mejor manera posible. Del catálogo del fútbol hemos escogido el argumento más hermoso, el libro más polvoriento, el primer tomo, el fútbol bonito. Donde la modernidad recomienda acumular atletas fornidos, nosotros alineamos bajitos geniales. Y donde dice estrategia leemos balón.

Juanma Trueba / AS

(Qué grande, qué bueno ver a la gente por la calle metiéndose en fuentes, pitándonos, todos orgullosos, todos hermanados. Y aprovecho hoy, para declarar al mundo mi admiración por un columnista "deportivo", aprovechando que hoy somos todos más futboleros. A ver si se nos quitan los complejos y nos lanzamos al mundo a gritar que somos españoles, con dos cojones.)

lunes, 23 de junio de 2008

Crónica

Me la jugaron, caí como un chino. Y ahora que lo digo, ¿de qué vendrá esa expresión?

Ahí estaba yo, viernes tarde, inquieto por todos los preparativos que tenía que hacer, para la pequeña fiestecilla cumpleañera. El Sol intentaba evitar por todos los medios que yo me lanzara a la tarea de habilitar terraza y don Viento Ausente colaboraba con la tarea. Seis de la tarde y aquello parecía Marrakech en Agosto.

Total, no hizo falta que yo hiciera mucho, porque me fui a recoger a la mastermind detrás de toda la preparación. Cuando volvía a mi casa pensando lo típico de "la leche en una hora están aquí, y yo con estos pelos, sin la sangría hecha..." me alegré de haber invitado a poca gente, serían comprensivos con el retraso, colaborarían. Mmm, ya han puesto música, que jodíos...

Y me tragué la típica de "SORPREEEESAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!" con gente extraña vestida con ropa extraña. Tras unas décimas de segundo, y tranquilizado el animal que llevamos dentro porque no era situación de peligro, veo a mis amigos e incluso a mi madre vestidos de Hawaianos en mi salón. Qué pintas, qué grandes, jaja.

A mí me pusieron bañador, camiseta con un "Aloha 30" en la espalda maravillosamente tejida por el cerebro de la operación, collar hawaiano, falda hawaina y vaso de tinto de verano.

Gracias a tutti, desde la conspiradora hasta los esbirros que perpetraron el trabajo de campo. :)

Ah y hoy me mola esta canción, y cuando he ido a buscar el vídeo me he enterado que son españoles. Cycle, Apple Tree.


viernes, 20 de junio de 2008

Ultimo día de primavera

Hoy cumplo 30 tacos. Puedo ponerme ñoño y decir aquello tan manido de "cuando era pequeño y me decían 30 me sonaba taaaaaan mayor", o puedo ponerme depre y decir "los 30... me acerco al ecuador de mi vida", o puedo ponerme treinteañero y decir "joe ya vas camino de los 40", o puedo ponerme treinteañero-responsable y decir "ya va siendo hora de sentar la cabeza...".

En lugar de eso, me he puesto aleatorio, he buscado en Google "cumplir los 30" y os pongo lo primero que me ha gustado y que se parece a lo que pienso, de entre los resultados:

En el fondo, no hay nada que hacer. Siempre tendrás dieciocho, porque eres joven sólo una vez, pero inmaduro para siempre. (...) Arranca el coche un día, y no pares hasta que se acabe la gasolina. (...) Tira el equipaje de sobra. El viaje es largo, cargar no te deja mirar hacia delante. Y además jode la espalda. (...) Equivócate. Cambia. Intenta. Falla. Reinvéntate. Manda todo al carajo y empieza de nuevo cada vez que sea necesario. De veras, no pasa nada. Sobre todo si no haces nada.

Bonitas palabras, ¿verdad? Creo que la manera apropiada de celebrar mi cumpleaños en un blog era ésta, que el gúgel me sople las velas y otra persona desconocida escriba lo que yo pienso.

viernes, 13 de junio de 2008

La huída

Lo había repasado todo mentalmente, decenas de veces.

Llevaba consigo todo lo que iba a necesitar, o al menos lo que había calculado que podría necesitar. Había hecho las maletas cuidadosamente, pero no conseguía quitarse la sensación de que se le estaba olvidando algo. Esa sensación le acompañaba en cada viaje siempre, y era producto de la ansiedad, o eso pensaba para relajarse.

No había contado sus planes a muchas personas, por no decir a casi ninguna. Y de los pocos que sabían algo, ninguno sabía totalmente la historia completa. Había sembrado medias verdades y excusas durante semanas en su círculo habitual: por qué no podía ir a esa fiesta, por qué no estaría para el cumpleaños de tal persona, porque no quería comprar aquella entrada para un concierto. Al principio le costó mentir, al final se consideró un maestro en la materia. El éxito dependía de que nadie supiera en qué consistía su plan, esa era la clave.

Su idea, su plan, era simplemente irse de viaje por tiempo indefinido, a destinos al azar escogidos sobre un mapa de su país. Las reglas eran simples. No quedarse más de tres días, no volver dos veces al mismo sitio, no llamar a nadie para informar de su próximo destino o de su ubicación actual. Había pensado otras muchas reglas para hacer más difícil el juego, como tener que ir a un lugar a más de trescientos kilómetros cada pocos días, para asegurarse de que cubría el mayor terreno posible.

Al final se quedó con las tres reglas básicas, porque decidió que tampoco quería estar gran parte de su tiempo pensando si estaba cumpliendo los requisitos o no, si había roto una regla, si podía ir allí o debía ir a otro lugar. Se trataba justo de lo contrario, de guiarse por el azar, de ser aleatorio. Se acordó de uno de sus libros favoritos, El hombre de los dados. ¿Y si lo hacía con un dado? No, no funcionaría: el dado valía para decisiones con pocas alternativas. Las suyas eran infinitas.

Mientras escuchaba el sonido familiar de sus propios pasos camino del coche, y decía mentalmente al garaje que no le iba a ver en una buena temporada, se dio cuenta de repente de que había dejado de sentir pena por la gente que dejaba detrás. "Curioso", dijo casi en voz alta. Abandonar eso que llamamos seres queridos parecía una excusa de su cabeza para que desistiese, una cuerda que le ataba a la vida que estaba deseando dejar. Una vez había decidido que lo haría, la pena desapareció. Ser aleatorio... Ahora le daban pena los que se quedaban atrás. Creía que lo normal era lo que él iba a hacer, y lo raro, vivir atado a un saco de excusas.

Sonrió. No había empezado aún su viaje, pero ya se sentía más libre que en toda su vida. Mientras arrancó el coche, imaginaba las reacciones de la gente. ¿Que no ha venido a trabajar? ¿Sabes algo de él? ¿Cómo que lleva cinco días sin dar noticias de vida?

Tardarían en encontrar la nota, y para cuando la leyeran, él sería otra persona ya. Disfrutó fantaseando con que se estaba transformando en ese mismo momento, mientras encendía tranquilamente su cigarrillo. Una calma imprevista le inundó, confirmando que hacía lo correcto. La música comenzó a sonar dentro del coche, invadiendo cada hueco del espacio y poniendo banda sonora a su hazaña anónima. Metió la primera marcha, y arrancó.

viernes, 6 de junio de 2008

Una de inventos


Entre los muchos inventos que aún están por inventarse, hay varios que se me han ocurrido a mí. Es guay poder ser así de arrogante, a veces.

Uno de ellos es el congelador de momentos. Suena a perogrullada, ¿eh? Espera, verás.

El invento tiene que poder guardar absolutamente todo lo que podemos percibir en un momento dado, almacenarlo de alguna manera que aún tengo que imaginar inventar también, y ser capaz de reproducirlo para nosotros cuando queramos. Pero no para verlo desde fuera, sino para metérnoslo en el cuerpo y revivirlo como presente. ¿Casi nada, eh? Como casi toda teoría, se entiende mejor con un ejemplo.

Imagínate poder congelar y conservar tu sensación física, lo que te pasaba por la cabeza, la temperatura del ambiente, los olores que percibías, lo que estabas tocando y tu grado de satisfacción contigo mismo (¿felicidad?) en ese momento en el que

...sentiste que necesitabas besar a esa persona.
...viste a tu hijo por primera vez.
...te lanzaste a hacer aquello que pensaste que nunca harías.
...

A veces se nos olvida el porqué, el cómo o el de qué forma hicimos esto o aquello. (Comienza música de teletienda, sábado de madrugada). Con el congelador de momentos, eso no ocurriría. No nos arrepentiríamos de algunas cosas del pasado, porque volviendo a recuperar las mismas circunstancias sabríamos que actuaríamos igual en el momento. No se nos olvidaría por qué somos como somos, porque podríamos revivir esos momentos cruciales en los que el paso que das cambia la dirección de tu destino, y saber que tomamos el paso correcto para nosotros, en ese momento.

A lo mejor dejaríamos sin trabajo a muchos psiquiatranueropsicólogos, pero, ya sabes, la revolución industrial hizo lo mismo con los obreros de las fábricas hace 150 años. ;)

miércoles, 4 de junio de 2008

Walk away



En plan karaoke... Una de mis canciones favoritas, desde hace años y años. Util si estás depre, aunque no sea el caso. :)

martes, 3 de junio de 2008

¡Estoy vivo!

Estimado bloguito

Perdona que no te haya hecho caso últimamente, he estado liado. Asumo que estés enfadado conmigo por el abandono inadmisible de mis tareas como dueño. Un blog es como una mascota, lo sé. Hay que cuidarlo, peinarlo, darle de comer, sacarlo por ahí a pasear, enseñárselo a la gente... Te diría eso de no volverá a ocurrir, pero te estaría prometiendo humo, como hacen las personas que prometen mucho.

Te dedicaré un rato largo muy pronto, pero de momento, te dejo un par de reflexiones de las últimas cosas que he hecho, o de las que me acuerdo ahora mismo.

Me he terminado el libro que estaba leyendo y llevo unos cuantos días dándole vueltas. Te lo escribí en el margen izquierdo, era Matadero Cinco de Kurt Vonnegut. Habla de tantas cosas que en realidad el hilo argumental "oficial" es lo de menos. Pero hay una parte que tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial. Y dice por ejemplo, sobre el tren donde estuvo hacinado días con otros prisioneros, algunos de ellos muertos:

"Incluso aunque el tren de Billy no se movía, los vagones se mantenían cerrados a cal y canto. Nadie iba a bajarse hasta llegar al destino final. Para los guardas alemanes que caminaban arriba y abajo en el andén, cada vagón se convirtió en un organismo individual que comía y bebía y excretaba a través de sus ventiladores. Hablaba y a veces gritaba por sus ventiladores también. Entraban agua, rebanadas de pan negro, salchichas y queso, y salían mierda, pis y palabrotas."
Y dice también, en un prefacio surrealista que escribe a su propio editor de la novela, Sam, sobre lo difícil de escribir una novela sobre la destrucción de Dresde:

Y le digo a Sam ahora: "Sam, aquí está el libro". Es tan corto y tan revoltijo y tan discordante, Sam, porque no hay nada inteligente que decir sobre una masacre. Se supone que todo el mundo está muerto, que no van a decir nada o querer nada nunca más. Se supone que todo está muy tranquilo después de una masacre, y siempre lo está, excepto por los pájaros. ¿Y qué dicen los pájaros? Todo lo que hay que decir sobre una masacre, cosas como "¿Pío-pío?"
Y luego habla de la vida, y de viajes a través del tiempo, y de mil cosas más aparentemente inconexas pero tejidas de forma maravillosa en una novela muy peculiar.

Y, pequeño blog, te diré un secreto que me ha dicho Gerardo Diego. Te diré el secreto de la vida:

El secreto de la vida es intercalar
entre palmera y palmera un hijo pródigo
y a la derecha del viento y a la izquierda del loco
conseguir que se filtre una corona real
Levántate cada día a hora distinta
y entre hora y hora
compóntelas para incrustar un ángel.

Nada hay como un suspiro intercalado
y entre suspiro y suspiro
la melodía ininterrumpida

Déjame que te cante
la grieta azul y el intervalo.

martes, 6 de mayo de 2008

Películas en el tren

De un tiempo a esta parte viajo en tren más a menudo que antes.

Antes no viajaba en tren salvo en contadas excepciones, como aquella ocasión en que cruzamos Europa y descubrimos París, Brujas y Amsterdam.

Ahora, cada poco tiempo, recorro casi la mitad del país hacia el sur suroeste, y luego lo hago marcha atrás y vuelvo a Madrid. El tren avanza deprisa, deprisa, aunque casi siempre se te hace lento, lento. Estamos acostumbrados al avión, al coche para trayectos cortos, a tener todo en la mano, al adsl y a los grandes almacenes, no hay duda. Aunque sea un ave y vaya como una bala, da un poco de pereza, es inevitable.

En cuanto dejo atrás la estación y la ciudad que la contiene, sin embargo, siempre llega un momento en que me arrellano en el sillón, respiro hondo mirando por la ventana y disfruto conscientemente del viaje en el tren. Porque tiene una ventaja, y es que, si quieras, puedes ver cada metro de terreno que hay entre el origen y el destino. Realmente ves el viaje que haces. Puedes ver muchas de las casitas que separan Madrid de Sevilla. Los increíbles cielos de la Mancha al atardecer, la aparición y desaparición de pueblos en segundos, la transformación de hierba y árboles en asfalto y semáforos.

Además a veces, como yo ayer, vas de espaldas a la cabina y esto produce el curioso efecto de que no puedes prever lo que viene, va apareciendo por tu espalda como si se fuera creando a partir de la nada y surgiendo de tu sien en el momento. Pasan años en segundos, se construye una ciudad en minutos. El ventanal parece una pantalla enorme y el viaje, un documental de esos en que pasan imágenes a cámara rápida, y ves una flor crecer y abrirse en segundos, o una tormenta formarse, romper y desaparecer. Me encantan esas secuencias. Hay gente en cambio, que dice que se marea yendo hacia atrás. Para gustos los colores, oiga.

No sé porqué pero casi siempre, si vas concentrado en el paisaje, te da un poco de pena que la ciudad vaya comiéndose el campo y el cielo, hasta que sólo ves ciudad.

Ayer, además, me tocó viajar en un asiento agrupado con otros tres como para jugar al mus, con la compañía de una señora, que no se cómo se llamaba, y sus hijos Carlos y Rocío. Unos tres y seis años, muy dulces, muy simpáticos los tres. Comprobé aliviado que la influencia de los padres es total en el carácter de los hijos. De una madre que sonreía constantemente y se reía con sus hijos salen los dos niños más majos que he visto encerrados en un tren. Y encima guapos. Existe un futuro para la raza humana.

Carlos jugó durante todo el viaje con sus coches de juguete y perdió unas cuantas veces a Rayo McQueen por el pasillo. A Rocío le costó dos horas pero, casi al final, se sentó a mi lado y dejó de compartir asiento con su hermano. Para sellar nuestra amistad me ofreció un chicle y ella se comió ocho de una tacada, disparando nuestras carcajadas porque casi le salía espuma por la boca. Después de haber estado mirándome de reojo durante todo el trayecto me dijo adiós con la manita y sonrió cuando me bajé del tren. Tenía que haber hablado más con ella. Ojos inteligentes.

Menos mal que no me dormí. Me hubiera perdido la película que pusieron en el ave, la que me puso el mundo a través de la ventana, y la que yo mismo protagonicé con la familia sonriente.

Fin de vacaciones, vuelta a la vida habitual.

martes, 22 de abril de 2008

Armas de destrucción doméstica

(NOTA: como ya sabéis escribo de carrerilla y sin preparar nada, así que me ha quedado un poco largo... paciencia, o bien que os den. :P )

Introducción e ingredientes
De todos es sabido que a menudo los más grandes peligros se encuentran en los lugares más inofensivos. Aparentemente inofensivos, claro. Tenemos ejemplos en la Madre Naturaleza, por todas partes: peces de maravillosos colores que envenenan a sus depredadores, plantas como girasoles punkarras que se cierran sobre moscas y mosquitos incautos, vivarachos mamíferos peludos que ahuyentan a sus presas, básicamente, con pedos nauseabundos... La lista es interminable incluso sin entrar en el género humano.

También hay otra clase de peligros, especialmente para un joven emancipado como yo y otros de mi calaña. Vivimos nuestra infancia, adolescencia y juventud un poco ajenos a los artilugios que nunca faltan en cualquier hogar que se precie, y que están ahí para (atención) hacer nuestra vida más cómoda, y nos toca descubrirlos tardíamente y por necesidad, no por afición.

Pongamos como ejemplo sin ir más lejos, ese curioso aparatejo metálico relativamente pesado y que contiene algo que se llama válvula sin ser un motor: la maravillosa olla express u olla a presión, también llamada olla esprés o, directamente, la esprés (añada aquí su pronunciación regional deseada). Dejaremos para futuros encuentros la plancha, los mil y un artefactos y líquidos de limpieza, etc.

Funcionamiento
El funcionamiento teórico es muy sencillo: la olla se cierra a cal y canto y en su interior va aumentando la presión, incrementando así la temperatura y consiguiendo una cocción más rápida. Cuando llega al tope de presión permitida, la dichosa valvulita deja escapar lo necesario para que no pase de ahí. Como el agujerito cerca del borde del fregadero que evita que se inunde la cocina aún cuando el sumidero está lleno de granos de arroz, pero para presión en lugar de agua con restos. En plan válvula, vamos.

Es un invento maravilloso, pero tiene ciertos componentes un tanto mejorables o difíciles para principiantes. Por ejemplo: se empieza a contar el tiempo una vez que está a la presión correcta. ¿Cómo sabemos, jóvenes aficionados al telepi, cuando está a la presión correcta? Coño porque la válvula deja salir vapor, lo acabo de explicar... Lo que ocurre es que nadie está preparado para el sonido que hace el cacharro infernal.

Tiempo de cocción
Yo nací en el 78, pero supongo que de haber estado en Alemania cuando tuvo lugar el bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial habría reconocido el sonido, porque las miles de bombas voladoras debían emitir un silbidito durante su caída hacia el desafortunado objetivo similar al que emite la jodía valvulita de la olla a presión. Es un sonido de esos que te sacan de quicio, de los que coge tu mente y los deforma, haciendo que te parezca que van subiendo en intensidad, tono y timbre. Al instante, te acecha la duda: ¿lo habré hecho bien? ¿estará bien cerrado? ¿cómo puedo estar seguro de no que va a salir volando por toda la cocina, persiguiéndome por el pasillo y achicharrándome finalmente sin piedad cuando ya estaba alcanzando la puerta?

Vale, relax. Controlamos nuestros impulsos animales que, con toda lógica, nos llevan a huir de algo cerrado a cal y canto que se está llenando de aire y agua a presión y que además nos avisa con un silbido diabólico... y esperamos pacientemente diez minutos. Revisamos la receta: albóndigas, diez minutos.

La dichosa espera
Diez minutos. Total, si no queda nada, ya sólo quedan casi ocho... Repasas mentalmente la receta: el sofrito, el vino blanco, agua hasta cubrirlo todo, mierda-se-me-ha-olvidado-el-laurel... Miras el reloj del móvil, y sumas diez mentalmente. A y 32 lo saco. Te pones a ver la tele, pero al lado hay otro reloj que marca y 34. Normalmente te lías con los dos y al final el tiempo te pasa lento como un convoy de mamuts semicongelados, así que simplemente esperas e intentas imaginar una sirena con una flauta de Pan como fuente del silbido del Mal.

Hay que introducir aquí el factor fracaso. Cocinar relaja sumamente, pero esa relajación no es total hasta que compruebas el resultado de tu esfuerzo, lo pruebas y dices: "coño está de puta madre." No hay peor cosa que cocinar una hora y media (con o sin silbidito) y al final sacar una especie de cadáver carbonizado. Como la olla está cerrada a presión, lo que estén sufriendo ahí dentro las albondiguitas, el sofrito y el agua sólo lo saben ellos, pobres. Así que tu cabeza empieza a recordarte: "mira que si te pasas, se van a pegar a la olla las albóndigas y en lugar de comida vas a tener un fondo como de acuario para peces...".

Apertura de la olla a presión
Sumados los nervios naturales del silbidito, el lío que te montas con la hora, la impaciencia en general y el miedo a que se queme, te lanzas a desactivar la bomba. Quiero decir a terminar con la olla. Momento para reunir valor, acercarte al cíclope de metal que te silba amenazador, y usar un control para que la olla libere todo su mal, permitiendo después que la abras. Prosigue a continuación otro silbidito, acompañado de un generoso chorro de vapor como en los vídeos antiguos de Michael Jackson. Según las instrucciones, en poco tiempo deja de salir vapor y puedes abrirla.

¿Pero cuánto es poco tiempo? En mi caso, mi olla tenía dos posiciones. La 2, máxima presión, para cocinar más deprisa. Para terminar tienes que pasarla a la 1, donde suelta el exceso de presión y después pasarla a la posición "vaciado". Vale pues en la posición vaciado no le daba la gana quedarse. Te toca estar sujetando el dichoso mando, notando el calor molesto del vapor casi en los dedos, y pensando si estarás haciendo el gilipollas ahí de pie.

Conclusión
Al final por fin, cuando dejas de tener el vello de la nuca como un puercoespín, liberas el cierre de seguridad, giras la tapa, abres la olla... Y ahí está, tu obra. Con agua de más porque no has podido aguantar lo suficiente el ruidito y el tiempo y has abierto pronto, pero no importa. Es tu comida. Tu madre estaría orgullosa. Al instante se viene uno arriba: "pues no ha sido tan difícil, después de esto ya puedo hacer de todo..." y se imagina uno a sí mismo sirviendo corderos a sus amigos, desatando la envidia de las esposas ajenas, los aplausos del respetable.

Hay que reconocer que si esto lo haces, como me ocurrió a mí, después de 11 horas de trabajo, relajar, relaja lo suyo. Y desconectar, desconectas lo tuyo. Y aunque sea más de la una de la madrugada y hayas tenido que hacer un par de llamadas de emergencia (al número de emergencia de estos casos: madre, novia, o cualquier fémina que se ría poco de ti) para comprobar que lo has hecho bien, al final uno se acuesta con la sensación de que ha avanzado otro pasito en el camino de la independencia absoluta.

No sabemos si en la dirección correcta, claro, pero avanzar hemos avanzado.

Seguiremos informando... ;-)