miércoles, 3 de diciembre de 2008

Un regalo en un coche

- ¿No tienes otro disco? -preguntó ella revolviéndose en su asiento cuando la última canción había terminado.
- No, ¿y si nos quedamos en silencio un rato? Quiero decir sin radio ni CD.
- Nos quedan todavía casi dos horas de viaje... - La chica se estiró y le observó, mientras él conducía con la mirada fija en la autopista y esbozaba una sonrisa contra su queja.

A ella le parecía que él estaba casi en trance, sin duda por la sucesión de asfalto y líneas discontinuas proyectándose sobre un suelo infinito, y recortado éste contra un cielo. El cristal del coche era la pantalla y el mundo en movimiento su videoclip caleidoscópico.

- A los que nos gusta conducir -comenzó a decir él-, hasta nos gusta viajar en silencio. El ruido de la música te roba el momento, ya sabes...

Ella le miró. Le gustaba esa faceta mística de él pero a veces tenía la sensación de que la utilizaba para hacerse el interesante y convencerla de lo que quería. La mayoría de las veces, pensó, lo conseguía, y eso le molestaba.

-...realmente en un coche tienes que oir que vas en un coche, lo de avanzar a ciento y pico kilómetros por hora en un karaoke con ruedas es un tanto... ¿irreal?- terminó la frase con una interrogación, como queriendo que ella confirmase su opinión. Todavía sonreía.
- El ser humano inventó el karaoke ambulante, como tú lo llamas, por una sencilla razón.
- ¿Cuál?
- El ruido del coche es un auténtico coñazo -le miró y le puso su cara de por ahí no paso, aunque él se rió pero no le devolvió la mirada, concentrado en su conducción silenciosa.

Esa clase de discusiones ligeras pero exigentes con los argumentos eran algo característico de su relación. Jugar a oponerse a lo que dijera el otro, alternando las exposiciones con alguna caricia o algún pellizco, evitar que el juego se fuera de las manos pero conseguir una pequeña victoria a la vez. Le gustaban sus microdebates.

- Son un coñazo porque no estás atenta -él volvió a la carga, mirándola rápidamente esta vez. Había batalla.
- ¿Que no estoy atenta? ¿Qué quieres, que cuente los palos esos con los kilómetros?
- Se llaman hitos.
- Como se llamen, no es precisamente una maravilla geológica lo que estamos atravesando... -la autopista discurría por campos comunes, con casas comunes, montañas típicas al fondo y un atardecer de lo más normal para ella.
- Cierra los ojos.
- Pensaba que querías que te diera conversación.
- Cierra los ojos pero no te duermas, joder -el la miró mientras ella cerraba los ojos, no sin dedicarle una última mirada de fingido escepticismo.
- Vale ya estoy. ¡Avísame cuando lleguemos! -no pudo contener una pequeña risa, su peculiar risa de niña eterna.
- Concéntrate en dónde estás. Lo de cerrar los ojos es para hacerlo más fácil. Si eliminas estímulos te concentras en ti. Piensa en dónde estabas hace tres horas, dónde estás ahora, dónde vamos... y piensa en lo que te rodea, siente el coche.

Estuvo tentada de hacer una broma sobre sentir su coche del tipo ah es tu coche que es taaaan guay, pero se acomodó en el asiento, estiró los dedos en los zapatos y comenzó a tararear mentalmente su canción favorita del disco que había terminado.

- No vale cantar mentalmente... -le advirtió él. "Maldición, cómo me conoce", pensó ella sonriendo.

Le costó dejar de cantar en silencio. Incluso divagando sobre otras cosas, seguía teniendo en la cabeza la melodía. Cuando creía que la había detenido, y se concentraba en que su trasero llevaba dos horas en la misma postura, descubría de nuevo el sonido de la canción en su cabeza. Hizo un esfuerzo por estar en silencio. Recordó aquello de visualizar una hoja en blanco que había leído en algún libro de autoayuda. Era más fácil decirlo que hacerlo, desde luego. En blanco... ¿pero y lo que había más allá de la hoja? ¿lo que se adivinaba por los bordes?

Los primeros minutos pensó que se dormiría, pero su lucha contra la canción la mantenía activa. Pasado un tiempo sólo oía el ronroneo del motor, el aire templado saliendo del salpicadero. Casi le parecía oir la respiración de él, por debajo de la suya propia.

- ¿Cómo vas? -preguntó él, temiendo que se hubiera dormido de verdad.
- Bien bien, sintiendo el coche... Qué buena compra hiciste -le contestó burlona. Se imaginó la sonrisa de él y casi la vio con los ojos cerrados.

Entonces fue consciente de su mano apoyada sobre el plástico del interior de la puerta. De su nuca, apoyada en el sillón con el pelo recogido haciendo de almohada, de las partes de su espalda que quedaban pegadas al asiento y las que sufrían por no conseguirlo, y del olor que entraba junto al aire caliente. Olor a campo. Hacía tan solo unas horas que había salido del trabajo, y ahí estaba, en medio de la nada como si no fuera un viernes laborable. Viajar debería ser obligatorio.

A los pocos minutos se dio cuenta de que le estaba gustando el silencio. Percibía muchos pequeños detalles que normalmente no escuchaba. El ruido del motor, del aire golpeando el cristal... le pareció que iban más deprisa. Se dio cuenta de que algo dentro de ella seguía intentando meterle la cancioncita dichosa en la cabeza, y se opuso firmemente. Se concentró en su cuerpo, en su respiración. Se imaginó el cuerpo de él, y su respiración, y con los ojos cerrados fue casi como si se metiera en otro cuerpo y le tomase prestados sus ojos un momento. Imaginó lo que él veía, y se imaginó a sí misma sentada al lado con los ojos cerrados.

Pasó más tiempo, ella no sabía cuánto, y ocurrió algo extraño. Fue como si su mente se dividiera en dos. De una parte, ella seguía allí pensando en su cuerpo y cayendo de vez en cuando en divagaciones sobre dónde cenarían, pero por otro lado ella estaba de espectador, lo veía desde fuera. Le gustó la sensación de llevar dos mentes a la vez. Una era la cabeza normal, la que le recordaba de vez en cuando alguna preocupación menor, le devolvía la canción pegadiza o le sugería que pronto tendría que parar e ir al baño. Al mismo tiempo, su otra mente estaba detrás de aquella, observando sus procesos mentales como si fuera una película. Al cabo de unos minutos casi podía anticipar lo que se le iba ocurrir a la mente habitual. Le maravilló el ritmo endiablado de la primera, y la calma indiferente de la segunda.

La luz contrajo sus pupilas cuando abrió los ojos y miró el paisaje. Sin música le pareció estar más cerca del prado que tenía la derecha al otro lado del cristal. Casi podía olerlo, le apetecía sentarse. Durante unos minutos más prestó más atención a todo lo que se cruzaban de lo que lo había hecho en las dos horas y a saber cuánto anteriores. La mente calmada ganaba, el ruido constante se había quedado atrás.

- ¿Y bien? -la voz de él casi la sobresaltó.
- La verdad es que estoy de puta madre.
- Has descubierto algo grande, guárdame el secreto.
- ¿Qué he descubierto?
- Pues... si estás como creo que estás ahora mismo, has descubierto tu alma.

La mente inquieta pensó su respuesta cómica, pero la mente tranquila llevaba el control. Quizá no fuera otra mente después de todo. Quizá esa era ella en realidad, y durante mucho tiempo se había identificado con la otra. Si había un espectador de sus reflexiones, ella no era sus reflexiones. Soy otra cosa, pensó. El alma es un buen nombre.

Supo que perdería ese estado en cuestión de minutos, cuando la vejiga apelase a sus instintos más básicos, pero disfrutó de su descubrimiento. Y se prometió intentar parar el ruido, frenar los engranajes un poco en lo sucesivo. ¿Para qué dar tantas vueltas a las cosas? ¿De qué me sirve traer un problema del próximo lunes a hoy, en medio de esta llanura? Porque sobre todo, se encontraba a gusto. Se encontraba en un estado de calma difícil de distinguir de la felicidad.

Intentaré volver a hacerlo esta noche mirando las estrellas, se prometió. Volvió a cerrar los ojos, estiró el brazo y puso su mano sobre el muslo de él. Si se quedaba dormida ya no importaba. Iba a soñar con lo que haría en el futuro con su nuevo descubrimiento.

Cuando la respiración de ella se volvió más lenta y algo más ruidosa, él puso música instrumental con el volumen muy bajo y la miró de reojo para comprobar que no se despertaba. En su estado hipnótico inducido por las líneas de la autopista, siempre las líneas, la miró y le pareció que veía más allá de la ropa y la piel. Sonrió, y pensó satisfecho que descubrirle el alma era un bonito regalo, aunque quizá no se acordase cuando despertara. No esperaba que fuera a hacerle caso y mucho menos que consiguiera relajarse, y se dio cuenta de que ella le gustaba por eso entre otros motivos.

Descubrir el alma era, en cualquier caso, una estupenda forma de pasar el tiempo en un viaje largo.



4 comentarios:

L o L i T a dijo...

Parece mentira, pero es verdad que la gran mayoria de las veces no disfrutamos de donde estamos y los martilleos mentales de la ruidosa rutina le dan una patada a lo bonito que nos rodea.

Me ha encantado tu relato, me ha encantado tanto que he estado a punto de apargar el ordenador, salir de la oficina y escaparme en busca de un horizonte de esos ;) (Esperaré a l viernes, dada la situación laboral)

No sabes lo feliz que me hace tener muy cerca a una de esas personas increibles que de una dulce bofetada te descubren "el alma", la tuya y la de las cosas.

5, inspira-espira, 4, inspira-espira, 3... ¿Por cierto C, dónde iban?

Buenos días!

Ramón de Mielina dijo...

Hoy me he caido de la cama, no he dormido nada con la P presentación... así que si alguien hiciera ese experimento conmigo acabaría sopa... :-) Pero soy más de música en el coche... :-) Y no me gusta conducir, bueno, vamos a dejarlo en un conduzco porque no tengo chófer y no me queda más remedio jajaja

Murphy White dijo...

¿Alguien descubre de verdad su alma? Me gustan los viajes en coche, me gustan los silencios... pero me encannnnntan las conversaciones. Es lo bonito de las contradicciones ;)

ALMAGRISS dijo...

Un relato increible. Muy bueno, muy de llegar hondo(por lo menos para mí)... yo soy de esas que en cuanto entran en un coche, ya sea de conductora o pasajera, se abstraen totalmente... no sé si descubro mi alma, pero algún que otro accidente sí que he estado a punto de descubrir, mi capacidad de abastracción es impresionante :)
Un beso