lunes, 27 de octubre de 2008

Síndrome IKEA

La tele y la publicidad forman un contubernio infernal que nos lava el tarro, lo digo con conocimiento de causa.

Esos trastos convierten a una persona con treinta trabajados y demostrados años de nulo interés por la decoración y el bricolaje, en un aplicado aprendiz de San José, ese carpintero entrañable que ponemos en los belenes en Navidad (porque si tu mujer se queda embarazada "del espíritu santo" y tú lo llevas con alegría, cuando menos eres entrañable, digo yo).

Yo, que había renegado siempre de ese tipo de tiendas... Yo, que me reía de mis amigos porque cuando íbamos a cualquier sitio montaban una competición espontánea de "veo veo", pero adaptada a los tiempos que corren: "esa lámpara es de IKEA". "Ah mira esas sillas son de IKEA, las vimos el otro día". El juego debe ser, pensaba yo, identificar lo más rápido posible todo lo que hay en un espacio que sea comprado en IKEA. Como el Quién es Quién pero con el catálogo de tropecientas páginas repleto de fotos de casas atestadas y acogedoras donde debe vivir gente atestada y acogedora también. La república independiente de tu casa, ahí es nada. Una religión.

Llegó un momento en el que pensé que debería conseguir el dichoso tomo (porque entra en la categoría de tomo, por tamaño y trato reverencial) y empollármelo, aunque solo fuera por participar en ese nuevo juego para beber. No hizo falta. Me independicé.

Así, este fin de semana por ejemplo he podido disfrutar del estupendo plan ocioso de visitar dos grandes centros comerciales, buscando tacos y clavos de clase 6 (¿o era S6?) para clavar mi espejo MIND, mis baldas LAK, mi lámpara ZOFFEN (ésta me la he inventado, se nota que no soy vikingo) y mi baldita STRÜMEL (ídem, tiré el papel con los jeroglíficos de montaje). Esos nombres puntiagudos deben ser invocaciones al Bajísimo, mantras satánicos. Creo firmemente que si lees el ticket de compra del IKEA del tirón con un pentagrama de tiza alrededor y tus tornillos y destornilladores colocados en las puntas, se te aparece el guardián del averno nórdico. El que tenga huevos, lo probamos un día. Trae la tiza, que el resto del altar ya lo pongo yo.

El mundo de la taladradora eléctrica me ha revelado otras creencias erróneas. Con lo fácil que parecía en las pelis de zombis trepanar cráneos con ese aparato tan sigiloso como único arma... y lo que cuesta hacer un puto agujerito en tus paredes sin derruir la casa entera. "¿Habré alquilado un antiguo refugio antiaéreo de la guerra civil?" te llegas a preguntar. "¿Vendrá Garzón a levantarme la tarima para ver si hay muertos?"

Con los muebles de IKEA pasa como con los Whoppers, con o sin queso, es irrelevante aquí (pero sólo aquí). Que sí, que en la foto queda todo chulísimo, que en la gigantesca casa de muñecas que tienen por tienda todo queda guay, las paredes no se manchan, no hay que barrer, todo está colocado y recto, limpio y ordenado. Ahora que cuando desenvuelves el plástico e intentas ubicarlo y copiar un poquito de la casa de muñecas en tu habitación, la cosa es más jodida. Hay que recolocar la lechuga, centrar la hamburguesa en el pan de abajo, medir bien, marcar con un lápiz, ¿está recto así? y usar tus dos manos y las dos de otro si puedes para terminar la tarea con éxito.

Ahí queda mi reflexión filosófica profunda de hoy. Jaja, IKEA y los Whoppers. Por Thor, voy de mal en peor. Voy a buscar el ticket conjuro para pedir ayuda al que sabe. Ah, coño, y a por el metro, para cuadrar bien el pentagrama en el suelo...

jueves, 23 de octubre de 2008

Soy informático

Por mucho que intente disimularlo aquí, dándome aires de joven literato, observador agudo de la realidad y pensador ocasional, en frecuencia y originalidad, debo reconocerlo...

Soy "informático".

Lo cual no quiere decir que esté hecho de ceros y unos, que en lugar de tendones tenga cables de red, o que unas planchas metálicas con entradas USB ocupen el espacio que tú llenas con huesos y articulaciones (no sé si os habéis fijado, pero a los que nos dedicamos a esto nos llaman por un adjetivo en lugar de un nombre. Tú no eres "empresarial" o "económico", sino empresario o economista). Lo que quiere decir es que me dedico a la informática, a "los ordenadores".

A los informáticos se nos presuponen muchas virtudes. Un resumen rápido incluiría que nos gusta arreglar gratis los ordenadores a la gente, cueste lo que cueste, que conocemos cualquier aplicación o programa existente en el Universo, que podemos conseguir pirateado cualquiera de los anteriores, y que lo que hacemos nunca puede ser "demasiado complicado". Corolario: no podemos cobrar demasiado, o no podemos cobrar en absoluto. Nosotros hacemos lo que hacemos por afición, por puro altruismo. Cobramos de Bill Gates por ir arreglando los Windows piratadados del vecino, y de Canon/HP/Epson por andar configurando impresoras de esas que cuesta más el cartucho de tinta que el cacharro. Telefónica también nos da propinas y cachetes amistosos en el culo por arreglar sus ADSL o configurar sus packs autoinstalables. Y por supuesto tenemos un inventario mental sobre qué hacer en caso de virus. Los conocemos, sabemos cómo funcionan, dónde atacan, qué antivirus funciona mejor. Si nos llega a dar por la medicina seríamos todos inmortales.

Si todo el mundo siguiera este modelo, esto significaría que a mí me deberían arreglar la caldera o la lavadora gratis si tuviera un amigo o familiar fontanero. Que mis amigos publicistas deberían hacerme unos anuncios decentes para mi empresa, que mis amigos periodistas deberían escribir sobre mí en sus periódicos, y que el amigo de empleo indefinido que sepa planchar bien debería venir a mi casa y pasarse dos horas dejándome las camisas y camisetas más lisas que un plato.

Para compensar, también se nos presuponen varios defectos: que somos seres raros, asociales, retraídos, casi agorafóbicos. Que nacemos con gafas incrustadas en la sien, que nos dedicamos a ligar y chatear por internet mandando fotos borrosas del Duque ese cuando nos la piden, que somos unos salidos, que tenemos granos, que no sabemos beber, que hacemos bromas de frikis, que somos unos salidos bis, que vemos unas tetas y nos quedamos colgados. He dicho lo de que somos raros, ¿verdad? En fin, que nuestro trabajo altruista está bien valorado a nuestras espaldas, ¡hurra!

Os voy a contar un secreto que quizá no sepáis los que no sois de carne y cable: en la Universidad no tuvimos una asignatura que se llamara "Mantenimiento gratuito de equipos informáticos domésticos". En serio, no hemos estudiado eso. Tenemos cosas como "Inteligencia Artificial", "Laboratorio de Estructura de Computadores" o "Robótica". Cosas que no se encuentran en muchas casas, seamos honestos. ¿Y cómo sabemos entonces hacer esas cosas? Por las dos leyes fundamentales de la informática: uno, ensayo y error; dos, buscar en Google lo que no sabemos y... tres, no tenemos miedo a los ordenadores. Vale son tres, no dos, y la tercera ni siquiera es una ley, es una actitud que teníamos incluso antes de ir a la Universidad.

Mierda, acabo de reconocer que sí es vocacional... Me quedo sin excusas, le echaré un ojo a tu ordenador, qué remedio.

Frente a estos problemas que he descrito, los informáticos tenemos una técnica que funciona relativamente bien, mejor con clientes que amigos, peor con jefes que con subordinados...

Los PALABROS. En inglés, buzzwords. (Chanchan, violines de peli de acción).

Cuando queremos defender nuestra parcelita, o aparentar ser suficientemente friki con amigos, o dárnoslas de entendidos con un cliente, o justificar un retraso a un jefe, o ganar tiempo para resolver un problema de ignota solución, escupimos siglas, acrónimos y palabras inventadas a cascoporro, y además las salpimentamos con verbos, frases y anglicismos a gogó: "No, el problema es que no tienes habilitado el NetBIOS", "creo que la solución sería activar el QuOS en el router para dar prioridad a la voz", "tienes que aplicar un patch con un diff y parchear el fuente del kernel", "debe ser un bug estoy buscando el parche"... No nos sirve de mucho la mayoría de las veces, y para mayor infortunio, va en nuestra contra cuando se trata de investigar algo nuevo.

Yo llevo dos días "investigando" (otra cosa que nos encanta decir, en lugar de aprendiendo, estudiando o vagueando) cosas que necesito para un proyecto, mitad diseño, mitad programación. Y en esos dos días cada vez que busco algo me topo con otro nuevo palabro que investigar. De Flash a Flex, de Flex a Air, de Air a Actionscript 3.0 (nos encanta lo de número-punto-cero), de ahí a SOAP y WDSL y también a FlexBuilder, de ahí a Flex SDK... Se podría hacer una serie tipo Pokémon con esos nombres por Dios.

Lo dicho, nuestro escudo de palabros va en nuestra contra muchas veces. Si fuera un duelo en el Oeste, sería como dispararte el güinchester de repetición en tu propia bota. Sólo que un informático diría "este rifle está mal calibrado, le falla la tabla de rutas de las balas".

Bendita afición profesión.

P.D: La leche, os juro que esto iba a ser una entrada breve, sólo quería decir lo de los palabros y me ha vuelto a salir un tocho de cuidado... Y vosotros, lectores invisibles del blog, manifestáos. Sobre todo los que sois informáticos, ésta es la vuestra. ;)

miércoles, 15 de octubre de 2008

Contraturismo

Hay un placer deliciosamente insolidario en estar de vacaciones cuando nadie más lo está. Y esta aceptablemente egoísta sensación se amplifica además si estás en tu ciudad, que en realidad no es tu ciudad, porque el mapa coincide pero tú te pierdes por otros sitios, a otras horas.

Suele ocurrir que gente de fuera de Madrid conoce antes que tú las exposiciones interesantes que ver, las colecciones temporales de los museos, los eventos más cool, las performances más esperadas, lo más de lo más. Quién no trata con niños que se saben de memoria el horario, precio y estado de salud de los perritos de la pradera del Zoo, o primos que te describen las últimas quince máquinas infernales añadidas al Parque de Atracciones (normalmente entre gritos de histeria al recordarlas). Asumo que el Pasaje del Terror dejó de ser novedad prácticamente a la vez que el Cobi de Barna y el Curro de la Expo, tengo que actualizarme. Tesoros sumergidos de Egipto está en el Matadero hasta el 15 de noviembre. El que apueste contra mí a que al final se me pasa y no voy probablemente gane.

Todo esto viene a cuento, porque he estado tres días libres y en lugar de irme lejos me he quedado por aquí. De las ochenta ideas iniciales se han llevado a cabo muchas menos, pero tener la posibilidad de hacerlo ha sido grande. Visitar Segovia un Martes, o comer un Miércoles en un asiático rodeado de gente en modo oficina y tú en sudadera, zapatillas y modo ocio es genial, jijiji. Y comenzar una semana un Jueves, pero sólo tú, también.

Voy a hacer propósito de enmienda y hacer más turismo en Madrid en lo sucesivo. Y entre semana a ser posible, contracorriente, contraturismo. Que es cuando más jode.

viernes, 10 de octubre de 2008

Viernes

Y como Viernes que es, os dejo con un remix de Bob Sinclair de una canción de Salomé de Bahía, "Outro Lugar", que a su vez es una versión de una canción del genio Stevie Wonder. Queda claro que cuanta más gente creativa mete mano en un asunto, mejor queda al final. A mí esta canción me lleva animando desde hace 6 o 7 años... Ideal para la media hora de ducha, vestirse, etc. antes de salir. ¡Que tengáis buen finde!

martes, 7 de octubre de 2008

"Chinos"

Si viviéramos en Inglaterra serían pakistaníes o hindúes indios. Si viviéramos en Estados Unidos, me atendería un coreano o un mexicano. Pero aquí, en su gran mayoría, son chinos. El único negocio que conozco que toma su nombre a partir del gentilicio de su dueño o dependiente.

Da igual lo que pongan ellos afanosamente en la puerta. Puede poner "Alimentación" a secas, o pueden haber hecho un auténtico alarde de creatividad folklórica y llamar a su establecimiento "El Dragón Azul - Bazar", que irremediablemente siempre será "el chino de la calle tal" o incluso "si hombre, el chino de al lado del videoclub Alfil"... Cuando vas o vienes de allí, dices "he parado en los chinos", en plural, como si fuera un poblado de nómadas a las afueras de tu ciudad medieval.

Un rápido paseo por sus tiendas y un breve intercambio verbal y no verbal con los chinos te demuestra al instante que sí, que el futuro les pertenece. ¿Cómo coño saben los chinos lo que nos hace falta a horas intempestivas a los españoles? Dicho al contrario, ¿sabrías montar tú una tienda de alimentación, que aunque la llamases "El Toro Dorado" sería conocida como el español, en la que tendrías que vender productos de primera, segunda y hasta enésima necesidad en un barrio de Pekín? Y de aprender chino mandarín ni hablamos...

Los chinos van reemplazando las antiguas tiendas familiares, supermercados, Udacos, Grupos IFA y cosas así. Es la guerra, Carrefour-Día-Hipercor-Supercor-Mercadona contra ellos. Los chinos. Y sobreviven, tanto que hasta se expanden y multiplican. Su táctica es conocida e implacable: una pareja, joven, ayudados de cuando en cuando por algún miembro más joven de su familia, con un horario brutal. Siempre pensamos que son marido y mujer o novio y novia aunque ni se besen, ni se hagan carantoñas. Pensamos que deben ser pareja para aguantar once horas en su tiendecita saludando con más o menos buena cara a todo el mundo. Gente que va a allí, compra, no descuida la mirada de precacución maleducada mientras recorre la tienda (estos chinos, a saber lo que me venden), y sale con su vida solucionada sin siquiera recordar el nombre del sitio donde se gasta su dinero.

Los chinos son como refugios nucleares. Tienen de todo. Da igual lo que te falte, si es básico y lo necesitas para ya, lo tienen. Hablo de chinos de alimentación, los auténticos, no los "todo a un eulo" (que dan para otro post claramente). Pilas, pan bimbo, latas de todo, salchichas, refrescos, alcohol, las patatas fritas que más te gustan (Azucena forever), papel de fumar, CDs y DVDs grabables sin cánon (los chinos con la contracultura, ¡hurra!), nata líquida, un bloc con lápices de colores para que la niña no se aburra en el médico, productos de limpieza, pan del día, bollería industrial atascaburras, cosas de papelería, chucherías para remontar las copas, vino. El horario inmejorable, el trato correcto. Sin preguntas. Sin excusas. Traficantes de recompensa material instantánea.

¿Dije que además, nos parecen baratos?

La chica del chino al que más voy sonríe siempre, da igual que sean las once de la mañana o las once de la noche. Da igual que entre una respetable madre de familia o una horda de jóvenes gritones granujientos. Y ha aprendido el uso correcto y coloquial del castellano, para despedirse espontáneamente con "ha-ta legooooooo"... Dan ganas de abrazarlos, qué espíritu comercial, qué capacidad de trabajo, qué pequeños son.

Mi anécdota graciosa del día, que me ha inspirado esta campaña prochinos, es que he ido con mi compañero de piso a hacer una gran inversión en comida: "Nos llevamos solo esto, seis huevos". "Un eulo". Sonrisas. Ha sido fácil, como siempre. La "mujer" del chino estaba fuera, y cuando salíamos, ella volvía hacia la puerta limpiándose la boca con el dorso de la mano. Y juro que la he oído balbucear en el idioma de Quevedo: "yo embalazada y pol eso a veces vomito. Lo siento, lo siento ¿eh? lo siento... e normal, lo siento". "¡No pasa nada mujer!" le hemos contestado caballerosos, sin saber muy bien de qué carajo hablaba.

Y después no he podido evitar la carcajada medio contenida cuando estaba ya a veinte pasos de la puerta. Qué grande la mujer. No la habíamos visto, pero se ha delatado ella sola, pobrecita, pensando que la habíamos pillado. Prometo que volveré todas las semanas, por el chinito que viene y porque creo que me ha oído reírme... Ella no lo entendería, pero ha sido de película de Buñuel, una china explicándome los efectos secundarios del embarazo. A mí, a las diez de la noche, con media docena de huevos bajo el brazo.

Gracias en chino se dice "shishí" (o algo achí). Y a ellos les encanta cuando se lo dices al pagar. No nos sabemos el nombre de su tienda, pero al menos aprendemos una palabra en su idioma, a cambio de que estén ahí siempre.

Después de cenar se nos ha ocurrido rematar la noche con Operación Dragón, un clásico setentero de Bruce Lee con música de Lalo Schifrin buenísima, música y peli (dentro del género que es y la época en la que se hizo claro). Noche oriental completa.

Qué grande la chinita, que hostias como panes metía el Bruce Lee, qué dosis de realidad. ¡Shishí!

miércoles, 1 de octubre de 2008

Gepensioneerd

Si me llegan a decir hace un par de años que hablaría por el Messenger con ella, yo en el trabajo y ella en casa, me habría parecido imposible. Y sin embargo ahora, aún en el trabajo a punto de irme a mi casa, la veo conectada y me saluda, con faltas de ortografía de vez en cuando debidas a que tiene unas uñas larguísimas y perfectas, según se encarga ella misma de explicar. Tuvo una boda hace una semana, de ahí ese detalle afrancesado que remata sus dedos.

Esta chica, convertida ya en señora, nació en Amsterdam hace unos cuantos años ya. Siendo miembro de una familia numerosa se fue a vivir de pequeña a Surinam, antigua colonia holandesa. Su padre era músico, organista de iglesia, un artista. De su casa en Surinam, de estilo colonial propiamente dicho, recuerda que había miles de insectos y que tenían monos en el jardín. Cuando se acercó a los dieciocho años, cogió un avión, dejó atrás a los monos y cruzó el Atlántico para volver a Holanda y vivir con una tía suya. Estudiaba desafiando al frío con su bici en invierno y después se puso a trabajar. Conoció a un español, emigrante sesentero de los que recorrieron Europa para buscarse un futuro y de paso huir del servicio militar franquista. Se casaron, y fue ella la que dejó todo y se fue a vivir a España, que entonces estaba gobernado por una dictadura militar, no olvidemos. El universo no conspiró para que tuviera una hija, tuvo dos chavalotes que, como la mayoría de los hijos, seguramente no le han devuelto ni el diez por ciento de lo que ella les ha dado durante años.

La semana pasada dejó de trabajar, prejubilada, después de treinta y cuatro años en la misma empresa. Has leído bien. Treinta y cuatro años en el mismo trabajo... Han pasado jefes y personas a su lado pero ella ha seguido allí. Estudió taquigrafía en su día (eso que misteriosamente teclean a toda pastilla durante los juicios en las películas para registrar todo lo que se dice y que usa símbolos para representar palabras... una cosa imposible vamos), y a lo largo de estos años el ordenador y el Outlook desplazaron a la agenda de cuero, los infinitos archivadores de oficina y a la máquina de escribir Olivetti con dos cintas, negra y roja.

Debe dar vértigo reajustar tu vida después de treinta y cuatro años haciendo lo mismo. Yo no soy capaz de imaginármelo. Nosotros, que nos quejamos cuando estamos tres meses sin hacer un viaje o cuando un jefe estúpido no nos paga lo que creemos que nos merecemos.

Ahora saber holandés, español, inglés y bastante alemán no le hace falta. Ni tener memoria fotográfica para los cumpleaños y todo tipo de detalles. Ahora se levanta muy pronto, porque el cuerpo tarda en perder las costumbres, y cuando tiene un rato o le apetece o se aburre se conecta al Messenger y habla con uno de sus hijos que está trabajando y le aclara que comete faltas de ortografía en una lengua no nativa para ella porque tiene uñas francesas que chocan con el teclado del portátil. ¿No es adorable?

Una casa para ti sola en un país extranjero con dos hijos independizados y tu marido aún en activo puede ser difícil. O puede ser genial. Creo que será lo segundo, y espero que los demás estemos como mínimo a la misma altura a la que ha estado ella estos últimos treinta y cuatro años.

No me gusta la traducción de jubilado al holandés. Gepensioneerd lleva implícita la pensión, una connotación de dependencia. Menos mal que desde hace años y años, por la noche sueña en español.