martes, 22 de abril de 2008

Armas de destrucción doméstica

(NOTA: como ya sabéis escribo de carrerilla y sin preparar nada, así que me ha quedado un poco largo... paciencia, o bien que os den. :P )

Introducción e ingredientes
De todos es sabido que a menudo los más grandes peligros se encuentran en los lugares más inofensivos. Aparentemente inofensivos, claro. Tenemos ejemplos en la Madre Naturaleza, por todas partes: peces de maravillosos colores que envenenan a sus depredadores, plantas como girasoles punkarras que se cierran sobre moscas y mosquitos incautos, vivarachos mamíferos peludos que ahuyentan a sus presas, básicamente, con pedos nauseabundos... La lista es interminable incluso sin entrar en el género humano.

También hay otra clase de peligros, especialmente para un joven emancipado como yo y otros de mi calaña. Vivimos nuestra infancia, adolescencia y juventud un poco ajenos a los artilugios que nunca faltan en cualquier hogar que se precie, y que están ahí para (atención) hacer nuestra vida más cómoda, y nos toca descubrirlos tardíamente y por necesidad, no por afición.

Pongamos como ejemplo sin ir más lejos, ese curioso aparatejo metálico relativamente pesado y que contiene algo que se llama válvula sin ser un motor: la maravillosa olla express u olla a presión, también llamada olla esprés o, directamente, la esprés (añada aquí su pronunciación regional deseada). Dejaremos para futuros encuentros la plancha, los mil y un artefactos y líquidos de limpieza, etc.

Funcionamiento
El funcionamiento teórico es muy sencillo: la olla se cierra a cal y canto y en su interior va aumentando la presión, incrementando así la temperatura y consiguiendo una cocción más rápida. Cuando llega al tope de presión permitida, la dichosa valvulita deja escapar lo necesario para que no pase de ahí. Como el agujerito cerca del borde del fregadero que evita que se inunde la cocina aún cuando el sumidero está lleno de granos de arroz, pero para presión en lugar de agua con restos. En plan válvula, vamos.

Es un invento maravilloso, pero tiene ciertos componentes un tanto mejorables o difíciles para principiantes. Por ejemplo: se empieza a contar el tiempo una vez que está a la presión correcta. ¿Cómo sabemos, jóvenes aficionados al telepi, cuando está a la presión correcta? Coño porque la válvula deja salir vapor, lo acabo de explicar... Lo que ocurre es que nadie está preparado para el sonido que hace el cacharro infernal.

Tiempo de cocción
Yo nací en el 78, pero supongo que de haber estado en Alemania cuando tuvo lugar el bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial habría reconocido el sonido, porque las miles de bombas voladoras debían emitir un silbidito durante su caída hacia el desafortunado objetivo similar al que emite la jodía valvulita de la olla a presión. Es un sonido de esos que te sacan de quicio, de los que coge tu mente y los deforma, haciendo que te parezca que van subiendo en intensidad, tono y timbre. Al instante, te acecha la duda: ¿lo habré hecho bien? ¿estará bien cerrado? ¿cómo puedo estar seguro de no que va a salir volando por toda la cocina, persiguiéndome por el pasillo y achicharrándome finalmente sin piedad cuando ya estaba alcanzando la puerta?

Vale, relax. Controlamos nuestros impulsos animales que, con toda lógica, nos llevan a huir de algo cerrado a cal y canto que se está llenando de aire y agua a presión y que además nos avisa con un silbido diabólico... y esperamos pacientemente diez minutos. Revisamos la receta: albóndigas, diez minutos.

La dichosa espera
Diez minutos. Total, si no queda nada, ya sólo quedan casi ocho... Repasas mentalmente la receta: el sofrito, el vino blanco, agua hasta cubrirlo todo, mierda-se-me-ha-olvidado-el-laurel... Miras el reloj del móvil, y sumas diez mentalmente. A y 32 lo saco. Te pones a ver la tele, pero al lado hay otro reloj que marca y 34. Normalmente te lías con los dos y al final el tiempo te pasa lento como un convoy de mamuts semicongelados, así que simplemente esperas e intentas imaginar una sirena con una flauta de Pan como fuente del silbido del Mal.

Hay que introducir aquí el factor fracaso. Cocinar relaja sumamente, pero esa relajación no es total hasta que compruebas el resultado de tu esfuerzo, lo pruebas y dices: "coño está de puta madre." No hay peor cosa que cocinar una hora y media (con o sin silbidito) y al final sacar una especie de cadáver carbonizado. Como la olla está cerrada a presión, lo que estén sufriendo ahí dentro las albondiguitas, el sofrito y el agua sólo lo saben ellos, pobres. Así que tu cabeza empieza a recordarte: "mira que si te pasas, se van a pegar a la olla las albóndigas y en lugar de comida vas a tener un fondo como de acuario para peces...".

Apertura de la olla a presión
Sumados los nervios naturales del silbidito, el lío que te montas con la hora, la impaciencia en general y el miedo a que se queme, te lanzas a desactivar la bomba. Quiero decir a terminar con la olla. Momento para reunir valor, acercarte al cíclope de metal que te silba amenazador, y usar un control para que la olla libere todo su mal, permitiendo después que la abras. Prosigue a continuación otro silbidito, acompañado de un generoso chorro de vapor como en los vídeos antiguos de Michael Jackson. Según las instrucciones, en poco tiempo deja de salir vapor y puedes abrirla.

¿Pero cuánto es poco tiempo? En mi caso, mi olla tenía dos posiciones. La 2, máxima presión, para cocinar más deprisa. Para terminar tienes que pasarla a la 1, donde suelta el exceso de presión y después pasarla a la posición "vaciado". Vale pues en la posición vaciado no le daba la gana quedarse. Te toca estar sujetando el dichoso mando, notando el calor molesto del vapor casi en los dedos, y pensando si estarás haciendo el gilipollas ahí de pie.

Conclusión
Al final por fin, cuando dejas de tener el vello de la nuca como un puercoespín, liberas el cierre de seguridad, giras la tapa, abres la olla... Y ahí está, tu obra. Con agua de más porque no has podido aguantar lo suficiente el ruidito y el tiempo y has abierto pronto, pero no importa. Es tu comida. Tu madre estaría orgullosa. Al instante se viene uno arriba: "pues no ha sido tan difícil, después de esto ya puedo hacer de todo..." y se imagina uno a sí mismo sirviendo corderos a sus amigos, desatando la envidia de las esposas ajenas, los aplausos del respetable.

Hay que reconocer que si esto lo haces, como me ocurrió a mí, después de 11 horas de trabajo, relajar, relaja lo suyo. Y desconectar, desconectas lo tuyo. Y aunque sea más de la una de la madrugada y hayas tenido que hacer un par de llamadas de emergencia (al número de emergencia de estos casos: madre, novia, o cualquier fémina que se ría poco de ti) para comprobar que lo has hecho bien, al final uno se acuesta con la sensación de que ha avanzado otro pasito en el camino de la independencia absoluta.

No sabemos si en la dirección correcta, claro, pero avanzar hemos avanzado.

Seguiremos informando... ;-)

6 comentarios:

L o L i T a dijo...

Me encantan esos miniartefactos caseros que hacen que sobrevivir dia a dia sea aún mas ingenioso! Ja,ja...todo lo que pueden dar de sí unas albóndigas! Cuando tengas la oportunidar de intercambiar experiencias con un centro de planchado de vapor a presión o una aspiradora de aire centrifugado...ponte casco, que se las traen!

La independencia hace mucho mas entrañables y tiernas las visitas a mamá :D!

No se ha hecho largo. Queremos más! ;)

Ramón de Mielina dijo...

mamáááááá que vuelvo a casa!!! :-)

Agusss dijo...

El otro día ví en la tele un anuncio de un horno que se limpia sólo, por pirólisis creo....Ah! pero que no todos se limpian solos???

Nota mental: Comprar el producto de limpieza más abrasivo del mercado, será dificil quitar el queso de las pizzas de hace un año :S

Charlie dijo...

Ramón: que vaaaaa!!! Nos han quitado durante años la diversión de cocinar... Es más entretenido eso que esperar muerto de hambre y que luego no te apetezca lo que hay. ;)

Agus.... Jajajajaja me has recordado algo... Sin solo son 3 meses con aguarrás valdrá, ¿no? ;)

Lolita: "Centro de Planchado de Vapor a Presión" me recuerda a "Cortacésped con motor y volante y capacidad par 4 personas". Es decir: cacharros que no compraré en mi vida. :D

L o L i T a dijo...

Ja,ja...claro que no lo comprarás en tu vida! Pero tengo anecdotas de amigos con esos artilugios de lo mas absurdas y desesperantes! Que hable alguien que tenga termomiX!!!! ja,ja...

Besos.

Mara Islandia dijo...

Te ha faltado decir, no sé si premeditadamente, cómo estaban al final las dichosas albóndigas! ¿buenas o no?

Mira, yo no he dado un paso más en mi evolución culinaria desde que conseguí freir un huevo. Te puedo asegurar que hasta que no se normalice el uso de la máscara esa que usan los soldadores en la cocina, yo no vuelvo a freir nada más! A veces lo hago por exigencias y por mi propia nutrición, pero si puedo evitarlo, estoy en disposición de decir que el microondas es el mejor invento del hombre.

Será que vivo con mamá y papá, la necesidad no apremia, aún (ahora viene de fondo el típico comentario de mi abuela "cuando te cases no vas a saber qué hacerle a tu marido!"...aysss, ingenua...)

Besotes!