miércoles, 21 de enero de 2009

Bye bye Barcelona

El asiento de mi lado está vacío. Estoy sentado en un AVE justo detrás de la mesa de jugar al mus ya mencionada en otras ocasiones. Me vuelvo a Madrid. Llevo en Barcelona desde el lunes por la mañana, he trabajado más que en el último año completo, lo cual o no dice mucho de mi actividad diaria o dice demasiado de todo lo que hemos tenido que hacer en tres días. Os aseguro que haber estado en la cuarta planta de un edificio de oficinas a las 4 menos cuarto de la mañana en pleno centro de Barcelona es una experiencia peculiar. La gente va medio borracha, los borrachos del todo van buscando prostitutas y todos te miran como si fueras de otro planeta: trajeado, con los ojos hundidos, el portátil colgando del hombro.

Pero ha estado genial en realidad. Todo el mundo debería pasar por una experiencia de éstas, ¿cómo llamarla? Trabajo bajo presión, con plazo para el día siguiente, con cosas que no sabes cómo carajo vas a sacar adelante. Me vuelvo cansado pero con mi noche de ocio y sueño reparador más que ganada.

Decía que voy en el AVE, asiento 4A. Nunca me preguntan y siempre me toca ventanilla, y eso que prefiero pasillo aunque no lo pida. Cuando digo que voy no es que esté haciendo un flashback, es que literalmente voy sentado en el asiento y estoy escribiendo esto con un "pincho USB" de esos que me conectan a Internet. O veo la película que anuncian en la minitelevisión, "The Contract", o probablemente me quedaré dormido.

Me gusta Barcelona. Aunque a veces tenga que darle la razón a un amigo mío que en un alarde de subjetividad la catalogó como "ciudad que huele mal", y me joda que no se pueda fumar en ningún sitio, se lo curran todo un montón. Desde las tiendas hasta el diseño de los restaurantes y sus cartas, los nombres, la decoración. Me gusta que en pleno centro cada persona que te cruces hable un idioma diferente, sin contar el catalán.

Preveo que la señora de detrás va a invertir las 2 horas de viaje en hablar por teléfono con un elenco de compañeros, maridos, hijos, primos y primas ("estoy en un treeeeen Marina", sin duda contestando a "uy no te oigo nada!").

Voy a buscar los auriculares...

martes, 13 de enero de 2009

Cambio de chip

Hace menos de un año habría estado ansioso. Me habría venido algún acceso (me encanta usar acceso, como en acceso de tos) de nervios, de caspa en sentido figurado, de pesimismo, de inseguridad. ¿Irme a Fuengirola y volver en el día, para explicar a un inglés afincado allí que tiene su negocio anclado en el pleistoceno tecnológico y persudiarle de que yo soy su technology man, su Houdini, el que le va a solucionar la vida y hacer rico del todo a sus nietos? ¿Yo? Pero si yo no soy comercial. Ni consultor. Joder, que yo estaba diseñando sitios Web hace 5 años en gayumbos a las 2 de la mañana... Habría intentado por todos los medios que alguien me acompañase.

Y sin embargo hace unas semanas, sin duda imbuido del espíritu prenavideño y con el pecho henchido tras mi éxito anterior como un gallo en el amanecer más glorioso, se me ocurrió decir:

- A ver Pablo esta solución es difícil de vender. Quiero decir, no es un cacharrito, lo compras y listo. Es compleja, es cara, y para que la quieran comprar la tienen que entender. No no, sin problema, si hace falta yo me cojo un AVE y voy para allá. Ah, ¿que es inglés tu cliente? No pasa nada, le hacemos la demo en inglés. Pero mejor ver cómo reacciona antes de ponerle números delante. Sí sí, para después de Año Nuevo, perfecto. Me recoges en Málaga. Hablamos entonces, adiós.

Y por mucho que lo intento no me pongo nervioso oye. Ya sé que puede no funcionar, que puede salir mal, que me puedo atrancar con el english y repetir constantemente architecture y functionalities cuando en español tendría sinónimos para no sonar repetitivo. Que puedo no seguir bien el Power Point en inglés, o puede no estar totalmente actualizado como la versión en español. Que es posible, incluso, que este inglés no tenga ningún interés en solucionar la vida a sus nietos, si los tiene, porque es la mar de progre y que le guste trabajar en el pleistoceno como a mí me gustan los tomates de verdad, irregulares y llenos de sabor, aunque los haya perfectos y rojos como labios en el Hipercor. Existe incluso la posibilidad de que directamente alguien me caiga gordo o yo a él le resulte antipático. Páginas y páginas explican en manuales cómo "crear sintonía", te enseñan a preparar reuniones, a aprender de grandes ejemplos como un tal Lee Iacoca de Chrysler o no sé qué leches más. Libros de esos de los que venden en el aeropuerto, los tomos de cabecera de los más prometedores y exitosos yuppies.

Pero nada oye, que estoy zen y os parecerá una gilipollez, pero cuanto menos me preocupo y me rindo a lo que es, como salga aunque sin ir a lo loco, mejor me va. Que de verdad que la mayoría de la gente es buena, que si tú no pones corazas él otro no necesita la suya, y que sólo con saber escuchar, sonreír y ser capaz de sacar una sonrisa te entiendes bien con quien sea, hables de lo que hables. Y si no es así, ya improvisaré algo.

Fíjate que hasta escribo en el blog 6 horas antes de que suene mi alarma y ni por esas oye. Ya no temo ni las ojeras o quedarme dormido. Me empeño en fabricar dificultades pero ni por esas. Me resbalan. El éxito no está asegurado por supuesto, pero lo importante no es de qué lado cae la moneda. Lo importante es tirarla.

Al final será verdad eso de que si fluyes en la vida las cosas te vienen de frente y puedes ver y decidir e improvisar. Si vas mirando el suelo se te pasa todo. No ves lo que no quieres ver. ¿Be water my friend?

Casi casi echo de menos el chip anterior. Lo malo es que no sé que botoncito apreté para estar así. Pero eso, tampoco me preocupa.

lunes, 5 de enero de 2009

Sin rima para el 2009

Vía Láctea. Planeta Tierra. Año dos mil nueve.

No me negaréis que suena a película de ciencia ficción. A mí cuando era pequeño el dos mil nueve me sonaba a muy futuro. A un mundo diferente. Me imaginaba coches que conducen solos guiándose por las señales que reciban de las autopistas, a macroondas que cocinan por sí mismos si se les proporcionan los ingredientes y se elige la receta con un botón. Me sonaba a aviones que te plantan en Nueva York en una hora, y a máquinas tipo transformer controladas por humanos para subir a un andamio o extraer coltán de una mina peligrosa.

La dura realidad es que siguen haciendo coches que corren tres veces más de lo que es legal y que se publicitan como tal, y que para disfrutar a la mesa me veré obligado a consultar mi libro regalado de 1080 recetas de Simone Ortega. En el dos mil nueve cientos de vuelos no precisamente supersónicos son cancelados o retrasados en Navidad para desesperación de los que esperan en el destino, y unos malnacidos que habitan la presunta tierra santa escogen precisamente estas fechas para masacrar un territorio ocupado, utilizando las excusas más peregrinas y olvidando que hace no mucho tiempo ellos estuvieron al otro lado de la alambrada en Europa. En dos mil nueve los minerales se extraen con las manos desnudas en países africanos desangrados por guerras civiles. Minerales que llegan a nuestras manos en forma de iphones colgando de los árboles de Navidad.

La dulce realidad es que, aún sin su traje de levitación magnética, los niños siguen sonriendo. Que hay personitas que pasan mala noche por el ansia de pillar a los Reyes Magos in fraganti y que la gente normal, incluso los que se quejan de la Navidad, parece olvidar su día a día y hacer un pequeño esfuerzo por ser mejor amigo, pareja, padre o hijo. Como me gusta esa frase de Gandhi de que si quieres cambiar el mundo debes empezar por cambiarte a ti mismo, me quedo con el amorcillo volador que se respira en el ambiente, las ilusiones y las sonrisas.

No creo que haya una razón lógica, ni siquiera mística, en utilizar el final o el principio del año para hacer resúmenes y propósitos de futuro. Da lo mismo empezar el uno de Enero que el veinticuatro de Junio si te das un año de plazo para lo que sea. Yo no tengo más plan que ser feliz ni más propósitos que seguir con los ojos y oídos bien abiertos para enterarme de todo y aprender mucho, que vida no hay más que una, al menos como ésta, y lo fundamental lo tengo cubierto por suerte. Mi deseo para este año es que miremos más dentro de nosotros y juzguemos menos lo de fuera. Que la crisis se convierta en catarsis y los problemas en retos. Que recuperemos el ansia infantil de la noche de reyes y recordemos cuando sea necesario que la vida, al fin y al cabo, es un puto juego.

Y también quiero que alguien me de una rima decente para dos mil nueve. Desde el dos mil cinco la cosa ha decaído bastante...

Mmmm... Qué ñoño me ha quedado al final, ¿no? Feliz año a todos, besitos. ;-)