martes, 7 de octubre de 2008

"Chinos"

Si viviéramos en Inglaterra serían pakistaníes o hindúes indios. Si viviéramos en Estados Unidos, me atendería un coreano o un mexicano. Pero aquí, en su gran mayoría, son chinos. El único negocio que conozco que toma su nombre a partir del gentilicio de su dueño o dependiente.

Da igual lo que pongan ellos afanosamente en la puerta. Puede poner "Alimentación" a secas, o pueden haber hecho un auténtico alarde de creatividad folklórica y llamar a su establecimiento "El Dragón Azul - Bazar", que irremediablemente siempre será "el chino de la calle tal" o incluso "si hombre, el chino de al lado del videoclub Alfil"... Cuando vas o vienes de allí, dices "he parado en los chinos", en plural, como si fuera un poblado de nómadas a las afueras de tu ciudad medieval.

Un rápido paseo por sus tiendas y un breve intercambio verbal y no verbal con los chinos te demuestra al instante que sí, que el futuro les pertenece. ¿Cómo coño saben los chinos lo que nos hace falta a horas intempestivas a los españoles? Dicho al contrario, ¿sabrías montar tú una tienda de alimentación, que aunque la llamases "El Toro Dorado" sería conocida como el español, en la que tendrías que vender productos de primera, segunda y hasta enésima necesidad en un barrio de Pekín? Y de aprender chino mandarín ni hablamos...

Los chinos van reemplazando las antiguas tiendas familiares, supermercados, Udacos, Grupos IFA y cosas así. Es la guerra, Carrefour-Día-Hipercor-Supercor-Mercadona contra ellos. Los chinos. Y sobreviven, tanto que hasta se expanden y multiplican. Su táctica es conocida e implacable: una pareja, joven, ayudados de cuando en cuando por algún miembro más joven de su familia, con un horario brutal. Siempre pensamos que son marido y mujer o novio y novia aunque ni se besen, ni se hagan carantoñas. Pensamos que deben ser pareja para aguantar once horas en su tiendecita saludando con más o menos buena cara a todo el mundo. Gente que va a allí, compra, no descuida la mirada de precacución maleducada mientras recorre la tienda (estos chinos, a saber lo que me venden), y sale con su vida solucionada sin siquiera recordar el nombre del sitio donde se gasta su dinero.

Los chinos son como refugios nucleares. Tienen de todo. Da igual lo que te falte, si es básico y lo necesitas para ya, lo tienen. Hablo de chinos de alimentación, los auténticos, no los "todo a un eulo" (que dan para otro post claramente). Pilas, pan bimbo, latas de todo, salchichas, refrescos, alcohol, las patatas fritas que más te gustan (Azucena forever), papel de fumar, CDs y DVDs grabables sin cánon (los chinos con la contracultura, ¡hurra!), nata líquida, un bloc con lápices de colores para que la niña no se aburra en el médico, productos de limpieza, pan del día, bollería industrial atascaburras, cosas de papelería, chucherías para remontar las copas, vino. El horario inmejorable, el trato correcto. Sin preguntas. Sin excusas. Traficantes de recompensa material instantánea.

¿Dije que además, nos parecen baratos?

La chica del chino al que más voy sonríe siempre, da igual que sean las once de la mañana o las once de la noche. Da igual que entre una respetable madre de familia o una horda de jóvenes gritones granujientos. Y ha aprendido el uso correcto y coloquial del castellano, para despedirse espontáneamente con "ha-ta legooooooo"... Dan ganas de abrazarlos, qué espíritu comercial, qué capacidad de trabajo, qué pequeños son.

Mi anécdota graciosa del día, que me ha inspirado esta campaña prochinos, es que he ido con mi compañero de piso a hacer una gran inversión en comida: "Nos llevamos solo esto, seis huevos". "Un eulo". Sonrisas. Ha sido fácil, como siempre. La "mujer" del chino estaba fuera, y cuando salíamos, ella volvía hacia la puerta limpiándose la boca con el dorso de la mano. Y juro que la he oído balbucear en el idioma de Quevedo: "yo embalazada y pol eso a veces vomito. Lo siento, lo siento ¿eh? lo siento... e normal, lo siento". "¡No pasa nada mujer!" le hemos contestado caballerosos, sin saber muy bien de qué carajo hablaba.

Y después no he podido evitar la carcajada medio contenida cuando estaba ya a veinte pasos de la puerta. Qué grande la mujer. No la habíamos visto, pero se ha delatado ella sola, pobrecita, pensando que la habíamos pillado. Prometo que volveré todas las semanas, por el chinito que viene y porque creo que me ha oído reírme... Ella no lo entendería, pero ha sido de película de Buñuel, una china explicándome los efectos secundarios del embarazo. A mí, a las diez de la noche, con media docena de huevos bajo el brazo.

Gracias en chino se dice "shishí" (o algo achí). Y a ellos les encanta cuando se lo dices al pagar. No nos sabemos el nombre de su tienda, pero al menos aprendemos una palabra en su idioma, a cambio de que estén ahí siempre.

Después de cenar se nos ha ocurrido rematar la noche con Operación Dragón, un clásico setentero de Bruce Lee con música de Lalo Schifrin buenísima, música y peli (dentro del género que es y la época en la que se hizo claro). Noche oriental completa.

Qué grande la chinita, que hostias como panes metía el Bruce Lee, qué dosis de realidad. ¡Shishí!

8 comentarios:

Jose, a secas dijo...

Apoteósica tu entrada, Charlie XD

L o L i T a dijo...

Ja,ja...una vez lo estudiamos en clase el misterio del estudio de mercado que haría un chino al abastecer su tienda. La respuesta no tardo en llegar, la gran mayoria son victimas de mafias y explotación de grupos inversores que llevana la familia al completo a pagar la deuda a base de trabajo y mas trabajo...con lo que se une la sabiduria y el buen hacer de una personalidad de normal laboriosa y dedicada con la imposición y la información de un mafioso chungo con experiencia.

Pero que majos son ;) Dominaran el mundo y acabaran con la economía ja,ja...pero no queriamos libre comercio?

Anónimo dijo...

en los chinos donde siempre compramos gominolas existe una cantidad mágica, que es UNOTALANTA. asi que llegamos y cogemos golosinas sin ton y son, y sin hacer cuentas, a ver si alcanzamos el número redondo y nos reímos por lo bajo cuando lo dice.
desde el respeto, eh:-)

ALMAGRISS dijo...

Ha sido un post increible, lo que me he podido reír, jejeje... y lo has relatado de tal manera, que casi me podía imaginar en la tienda de tu barrio viendo vomitar a la pobre china... Echo de menos los "chinos", cerca de donde yo vivo no hay ninguno, pero cada vez que me dejo caer por Madrid, en la plaza Luca de Tena hay uno genial (que hasta me vende tabaco bajo manga porque me conoce, o mejor dicho, me conocen porque cada día hay un chino diferente)
Y Bruce Lee, por supuesto, un maestro... :-)

Charlie dijo...

Jaja gracias a tod@s... ¡Sólo los valientes leen un tocho de semejante calibre! ;)

r, "unotalanta" jajajaja qué cabronas sois. "Treinta" es la palabra más chunga para ellos!

Lolita, yo prefiero pensar que lo hacen de motu propio porque quieren y porque tienen una cultura de comercio milenaria. Literalmente milenaria. ;)

Besos y abrazos

Ramón de Mielina dijo...

¿Por que antes hacían la porcelana más fina y ahora todo lo que viene de China se rompe en un plis? Buenos comerciantes o buenos mafiosos, vete tú a saber... Me son simpáticos pero me genera algo de desconfianza el hecho de ver que sus locales son siempre los mejores, en cuanto a tamaño y en cuanto a localización. Hora echan, está claro... Siempre que les veo me acuerdo de Tintín en El Loto Azul. Pero, sobre todo, ver cómo compran al por mayor en grupo de 5 ó 6, siempre con prisas, o ver cómo de la noche a la mañana montan un restaurante, una tienda, o lo que sea... no sé, no sé... ¡¡me lo expliquen!! Dicen que es su espíritu trabajador.

Murphy White dijo...

Me he colado por aquí y me he partido de risa... Sí, el futuro va a ser suyo!

Anónimo dijo...

StefAnia -Fooi- sale de la sombra de nuevo!
Pero qué buen blogg! jajajaja, lo que me he podido reir! Y veo que lo de "ta-lego" (seguido de una leve inclinación cabecil) es universal.
Cuán "grandes" son estos chinos...